¿Por qué todos buscamos el éxito? Pues porque nos da la confortable sensación de ser productivos y de que estamos haciendo algo valioso con nuestra vida. Y sí, sin duda alguna, tener metas claras para alcanzar ese éxito es algo deseable. Levantarse cada mañana para trabajar por un mejor futuro le da sentido a nuestra vida.
Pero la idea del éxito nos ha enseñado a estar siempre insatisfechos, llegando al punto de ignorar nuestros logros más importantes, pues al alcanzar una meta, ya estamos pensando en la siguiente. A pesar de que la vida te regala a cada instante razones para sentirte pleno, no lo disfrutas porque estás demasiado ocupado pensando en cuál es el siguiente paso que debes dar.
En tu cabeza, tu mayor obligación es tener cosas mejores que antes, aunque realmente estas cosas no te despierten emociones intensas ni te hagan sentir exitoso. Si lo piensas detenidamente, solo te estás concentrando en los destinos que debes alcanzar, sin disfrutar del viaje, sin hacer una parada de vez en cuando para alegrarte por lo que has alcanzado.
Estás viajando sin encontrar una perspectiva de lo que eres en este mundo, ajustándote a metas impuestas por una única forma de ser exitoso. Saltas de meta en meta en una carrera insaciable que siempre va a demandar más de ti y que nunca te va a dar un descanso.
De repente, tu vida se convierte en un videojuego en el que vas desbloqueando logros, consiguiendo insignias, medallas, mejoras de personaje y nuevos niveles para jugar. Tu mayor interés consiste en acumular y exhibir estos logros, que poco a poco se vuelven insignificantes, ya que son impuestos por el juego, no son cosas que tú quieres lograr. En medio de tantos objetivos, comienzas a desviarte del único importante: disfrutar la experiencia de jugar por jugar, por divertirte, pasarlo bien sin importar qué tan bien o mal lo hagas.
Has aprendido que el dinero te permite acceder a mejores experiencias, pero al tenerlas, no las disfrutas. En el afán de lograr y ganar más, te estresas y te pones ansioso, te preocupas, no duermes bien, comes cualquier cosa, evitas compromisos sociales que te quitarán tiempo, te desconectas del presente, de tus emociones. En fin, destruyes tu salud para obtener un dinero que nunca será suficiente para recuperar el tiempo y el bienestar perdido.
¿Qué sucedería si no tuvieras que cumplir ciertas metas para que los demás te reconocieran como una persona exitosa? ¿A qué dedicarías tus esfuerzos?
Cuando contemplas lo que verdaderamente implica ser exitoso, descubres que hay muchas formas de serlo, y que no solo se es exitoso a nivel profesional o laboral, sino también a nivel personal, familiar o de pareja. Pasamos el 99% de nuestro tiempo esforzándonos por una meta y tan solo el 1% de nuestro tiempo consiste en la meta en sí.
Si disfrutásemos del viaje y del esfuerzo, caeríamos en la cuenta de que no es el destino lo que importa, sino todo lo que hacemos para llegar a él.
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