Ya de críos nos empezábamos a plantear de qué iba exactamente eso del amor. Probablemente nos imaginásemos una historia a medio camino entre lo que tenían nuestros padres y esos romances de peli americana en los que los créditos aparecían mucho antes de que los protagonistas hubieran caído en la rutina. En la radio sonaban canciones que se parecían muy poco a las historias que nos tocaban de cerca, como el divorcio de los padres de ese amigo del cole o la imagen de aquel tío lejano y su mujer lanzándose frases a cuchillo, de esas que solo pueden decir los que un día se quisieron y ahora se odian por no saber volverse a querer.
Y así empezamos la partida, bastante acojonados al ver que ni todos los que llevan ya mucho tiempo jugando parecen tener ni puta idea de lo que están haciendo. Con los años, la misma conversación debatiendo sobre el significado del amor se repite con cien personas diferentes, y los niveles de dramatismo y escepticismo al respecto se disparan cuando el alcohol empieza a ser compañero de confesiones y filosofadas.
Llegan las crisis de “no queremos ponernos etiquetas”, el follar por olvidar o el acomodarse en historias que no van a ningún lado. Necesitamos comprender qué es eso del amor, querríamos conseguir explicarlo, pero parece imposible mantener una misma versión durante mucho tiempo. Un año lo vemos como el motor que mueve el mundo y al siguiente, ya desencantados, dudamos de que no sea más que una artimaña utilizada por la gente del marketing para poder sacarles la pasta a todos aquellos que necesitan comprar regalitos para conseguir echar un polvo.
Con el tiempo, tras un par de “amores de nuestra vida” que no acabaron de serlo y más de diez “no sé en qué estaba pensando”, lo que queremos y no queremos en una relación cada vez está más claro, aunque sigue siendo complicado estar seguros de si lo que estamos viviendo a nivel de pareja es realmente amor o un espejismo que hemos sentido al conocer a alguien que parece encajar en todos esos criterios. Pero creo que hay un punto en el que puedes verlo con tanta claridad que entiendes que no hay palabras para definirlo, cuando aparece esa persona que consigue que sepas que te quiere sin tener la necesidad de decirlo. El momento en el que conoces a alguien con quien no te importa mostrarte vulnerable, ni que él lo haga contigo. Una persona con la que, por primera vez, te puedes sentir cómodo al compartir tus miedos y complejos, todo aquello que siempre has querido esconder, todo lo que te hace dudar de ti.
Porque cuando alguien te ama de verdad es capaz de quererte aún más al conocer todas esas cosas que a veces pesan y duelen. Porque cuando alguien te quiere de verdad es capaz de hacerte entender que tus fragilidades no te hacen débil, que enfrentarlas cada día es lo que te hace fuerte.
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