Suelo decir que la forma en la que vivimos es en muchos casos contradictoria. Parece que el mundo se gobernara con psicología inversa, como cuando quieres que un niño no haga algo y cometes el error de prohibírselo. Si, en cambio, le dices “¡ve y hazlo!”, entonces se lo pensará dos veces. Pues a los adultos nos pasa exactamente lo mismo.
¿A quién no le ha pasado alguna vez? Eso de desear algo o a alguien y una vez lo tienes pierdes el interés. Creo que de esta no se salva nadie. Y sí, está muy bien eso de andar por la vida diciendo que sabemos lo que queremos, demostrando al mundo entero que tenemos las cosas claras, que somos maduros y conscientes. Pero, continuamente caemos en contradicciones como estas y las callamos. Así funciona buena parte de esa masa que llamamos “humanidad”, queremos una cosa hoy y mañana queremos otra; vivimos solo para la satisfacción del momento.
Queremos lo que no tenemos y, cuando lo tenemos, ¿ya no lo queremos? ¿Por qué? Pueden haber muchas razones: a veces no sabemos diferenciar entre caprichos y verdaderos deseos, queremos conseguir algo o a alguien solo como una prueba del “yo sí puedo”, queriendo competir con nosotros mismos. Lo que sí queda claro en esta contradicción es que quien la experimenta es porque seguramente no puede mantener valores y principios firmes y en consecuencia le es imposible comprometerse. O quizás, es ese tipo de persona que se enamora de todo y se conforma con nada, cuyas ansias por vivir y sentir le impiden centrarse en una sola cosa arriesgándose a dejar de vivir otras.
Personalmente, soy de los que voto por la primera opción. La opción más racional. ¿Y si intentáramos responder al porqué siempre? Si se trata de una cosa, pregúntate por qué lo quieres, qué harás con eso, para qué te servirá. Si se trata de una persona, respóndete cuál es la razón por la que pareces querer con tanto empeño el tenerla a tu lado, que no sea solo un “porque así lo siento” porque los dolores de estómago son iguales, un día llegan sin avisar y de pronto se van. No caigas en la ridiculez de creer que es “romántico” decir un absurdo como “te quiero y no sé por qué, ¿eso no lo hace bonito?”. Realmente no; eso lo hace inestable y peligroso.
Nada mejor que mantenernos firmes y claros con lo que queremos, conocer la razón; y probablemente nos pasará que nos aburrimos, lo cual es señal clara y parpadeante de que es necesaria una renovación. Una renovación que muy pocos superarán si no saben diferenciar entre “sentir que la pierdo” y “empezarla a extrañar”. Porque querer a una persona después de perderla es de tontos. Tenerla y extrañarla es volverla a amar.
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