En principio, no es lo mismo, vale. Pero, si lo piensas, y sobre todo, si te pasa; entonces, sí que empieza a ser muy pero que muy parecido. Cuando no peor. Es cierto que en los cuernos emocionales no hay algo evidente de lo que tener que arrepentirse o echar en cara, pero algo, llámalo equis, hay.
Y si no, ¿cómo se llama a esos tres meses en los que tu pareja se mensajea cada diez minutos con la misma persona? ¿Y cómo se llama cuando ese mensajeo comienza a ser un tonteo, cuando se llena de puntos suspensivos y emoticonos sonrojados? ¿Y cuándo pasa a ser un desvelo nocturno pensando en un “¿y si…?”? Eso, si no que venga dios y lo vea, son cuernos. Emocionales, pero cuernos, al fin y al cabo.
Y aun así, no son lo mismo. Y cuando se lo eches en cara a él, cuando se lo recrimines a ella, siempre podrá decirte que eso son tonterías, que no ha hecho nada, que cómo puedes dudar así de tu pareja. Y entonces dudarás de ti, porque sentirás que tienes derecho al enfado y a la preocupación, pero no tendrás el aparente motivo para hacerlo, esa bomba de relojería que es dormir en sábanas ajenas.
Aun así, los cuernos emocionales duelen. Quizá incluso más que los físicos. Porque los físicos, dicen por ahí, pueden ser un descuido, una equivocación etílica. Algunos los perdonan. Otros incluso llegan a olvidarlos. Pero los cuernos emocionales llevan aparejada una premeditación y continuidad que no deja muchos resquicios para el olvido.
Porque la mente, que es muy cabrona, empieza a hacer un recuerdo de todos los días de todas las semanas de esos meses y uno empieza a no entender nada, o a entenderlo todo. Y duele. Duele la manera de bloquear la pantalla del móvil cuando tú te acercabas, duele aquella cena con amigos que se pasó hablando por teléfono en la puerta del bar; duelen las dudas, la dedicación al otro, los puntos suspensivos y los malditos emoticonos sonrojándose.
Además, los cuernos emocionales son doblemente perversos. Por un lado, la misma traición de toda intimidad ultrajada, la hiel del tonteo que no es contigo. Pero tiene una parte todavía más cruel: la duda de por qué se ha quedado solo en cuernos emocionales. ¿Por qué él, ella, no ha decidido materializarlo? ¿Por qué no ha perpetrado un engaño de los de toda la vida?
Esa es la esperanza a la que agarrarse. Porque si hubiera querido cometer una traición al uso, ya lo habría hecho, ¿no? Si tuviera claro que quiere dejar vuestra relación, ya lo habría hecho, ¿no?, y si no te quisiera, no estaría intentando disculparse de todas las maneras posibles, ¿no?
Puede que sin ser lo mismo, los cuernos emocionales sean mucho más. Son la prueba de que algo falla, de que algo falta. O tal vez, dicen otros, solo sea un aviso. Quizá una manera de llamar la atención. Quién sabe. Como para la mayoría de las cuestiones de pareja, la respuesta depende solo de vosotros dos.
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