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domingo, 21 de agosto de 2016

Por Qué Volver a Confiar Cuando Te Han Traicionado

Es difícil olvidar la primera vez. Aquella primera vez en que alguien a quien considerábamos un gran amigo nos da la espalda, o la primera vez en que una persona nos traiciona en una relación. Lo primero que piensas es que nunca volverás a confiar, que has sido demasiado inocente y que nadie te volverá a hacer ese daño, porque no lo vas a permitir. Algo se rompe dentro de nosotros cuando el fino y delicado manto de la confianza y la inocencia que nos envolvía se quiebra.

De alguna manera, en ese momento, sentimos que se ha resquebrajado para siempre, pero cuando nuestras emociones se templan y la distancia de las horas y los días va haciendo más tenue el eco de la herida, muchos volvemos a confiar. Los que se rompen para siempre se convierten en personajes de series como Barney Stinson o el doctor House, y su cinismo les impide comprender por qué algunos vuelven a embarcarse en un viaje tan incierto y peligroso como el amor o la amistad incondicionales.

Siempre estamos a tiempo de volver a empezar. Los emprendedores saben mejor que nadie que el dolor y el fracaso son intrínsecos del éxito, porque son los que nos permiten aprender. En cada relación fracasada, aprendes cómo relacionarte mejor; y en cada persona que te traiciona, aprendes a encontrar personas que no lo harían. Con todo, siempre queda la duda, porque la certeza de que alguien estará ahí siempre, y no te fallará, nunca la  tenemos al cien por cien. Por eso, muchas personas que son traicionadas por alguien lo acaban pagando con todos los demás, y acaban desconfiando incluso de todos los que nunca les han hecho daño ni en principio querrían hacérselo.

El corazón se cierra, se protege, porque a nadie le gusta sufrir, y especialmente es doloroso cuanto más sensible sea la persona a quien hacen daño. Por eso es frecuente encontrar en la vida corazones blandos recubiertos de una fachada dura. El error muchas veces es pensar que podremos curar la herida de otro, esos tipos duros o hasta psicóticos en los que vemos un potencial humano y sensible… No puedes ayudarles, ni nadie podrá hacerlo, porque uno no se cura si no quiere, pues precisamente el paso principal para volver a confiar es querer hacerlo, elegirlo realmente, incluso aceptando el dolor que puede venir consigo. Como dice Sabina: “que no te vendan amor sin espinas”.

Confiar no es una elección que nace de cerrar los ojos y no querer mirar, como el avestruz que esconde la cabeza. La confianza del adulto es aún más auténtica si cabe que la del niño, porque se basa en la posibilidad de error, y por eso implica valentía y una apuesta arriesgada. Siempre me ha parecido una gran frase aquella que dice “me engañas una vez, que vergüenza para ti; me engañas dos veces, qué vergüenza para mí”. Y es que una cosa es ser confiado, y otra distinta es ser ingenuo, y no aprender de los errores ni distinguir de lejos a los traidores.

Eso sí, sería una pena que aquellos que traicionan y hacen daño se llevasen además la victoria de haber destruido algo más: una cosa es que te hieran y otra que te hundan. Puede que te hagan daño, que te engañen o incluso que te quiten felicidad, pero hay algo que nadie podrá quitarte nunca si no le dejas: la persona que tú eres. Como dijo el poeta Pablo Neruda: “podrán cortar las flores, pero no podrán detener la primavera“.


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