Te ha pasado. Te has encontrado con una persona que es la antítesis de lo que considerarías guapo. A lo mejor tiene una nariz extraña o unos dientes rarísimos, como un piano estrellado; a lo mejor es una de esas personas que no tienen un gramo de carne, de esas que parece que están hechas exclusivamente de codos y rodillas, y a ti siempre te haya gustado tener lorzas que agarrar; o puede que sea una bola y que, en principio, nunca hayas sido fan de los kilos. Puede que tenga una voz horrible. Puede que pertenezca a la tribu urbana que más odias, pero le quieres y no puedes evitarlo. Bueno, quien dice querer, dice que te enciende como una mecha.
La cosa es que esa persona, físicamente, no cumple en absoluto el canon y, es más, ni siquiera cumple tu canon particular. Porque probablemente tienes un tipo. No es un tipo específico, pero tienes tus manías. Puede que te den mucha rabia las barbillas con hoyuelo. Puede que no soportes los brazos delgaditos. Puede que de toda la vida te hayan gustado las barbas o las pelirrojas, que te pierda la gente alta o la gente baja, la gente más joven que tú o que te saque una década, lo que sea. Y de repente, te encuentras con esa persona que tiene algo que tu cuerpo sabe pero que tu cerebro no y te pone hasta el máximo. Miras a esa persona y, de forma inexplicable, te galopa la sangre y se te acelera la respiración y tienes que hacer esfuerzos bastante grandes para no gruñir ligeramente, al más puro estilo Neanderthal.
Dicen que nos bastan cinco segundos para saber si somos o no compatibles sexualmente con una persona. Cuestión de feromonas. Las feromonas son “sustancias químicas segregadas por un animal cuya liberación influye en el comportamiento de otros de la misma especie”. O lo que es lo mismo, que vamos soltando por ahí unas sustancias que los demás huelen y, de forma inconsciente, les provoca atracción o rechazo. Y eso explica que nos ponga tanto gente que resulta hasta difícil de mirar o de escuchar. Por eso, a veces, nos pone muchísimo alguien que ni siquiera nos cae bien. Porque hemos olido sus feromonas y las malditas hablan un código que nuestro cuerpo entiende pero nosotros no.
Lo interesante de todo esto es que las feromonas son mucho más reales que el canon. Muchos de nosotros podríamos ponernos de acuerdo en quién es guapo o guapa de forma ‘objetiva’ porque compartimos un marco cultural que ha generado unos estándares de belleza. Pero el atractivo es otra cosa. Muchas veces, la persona más atractiva no es la más ‘bella’ o, mejor dicho, la más canónica. A veces, un cuerpo está bien para mirarlo pero no para saborearlo.
Por eso, a lo mejor, deberíamos hacer más caso a nuestro cuerpo y menos a nuestros prejuicios.
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