Seamos conscientes de que en esta época desenfrenada de hedonismo -¡y bienvenido sea!- nos la jugamos si ponemos en tela de juicio el atractivo mantra del Carpe Diem. Aprovecha el momento. Disfruta el instante, aquí y ahora. “¡Oh, capitán, mi capitán!” era el grito legendario de aquel estupendo Club de los Poetas Muertos de la película. Allí se contaban versos como estos:
“Toma las rosas mientras puedas;
veloz el tiempo vuela,
la misma flor que hoy admiras
mañana estará muerta”.
Hasta aquí, intachable la filosofía de vida. Pero démosle una vuelta: bajo esta aparente profundidad y gozo sublime puede aflorar una falsa idea de libertad que nos convierte en un engranaje consumista.
Decía Kerouac, uno de esos autores que debes leer sí o sí y que vienen al caso: “La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo”. Carpe Diem de manual. Sensacional On The Road. Sin duda. Estamos ante la obra maestra de la ‘Generación Beat’, el mito de la Ruta 66 de EEUU, la meca del romanticismo y la vida bohemia, la sacrosanta mezcla literaria inspirada en la poesía, las drogas y el deslumbrante jazz de entonces. Suena de maravilla. Fue un caldo de cultivo delicioso que invitaba a exprimir cada instante.
Nada que objetar. O quizá sí. Porque aquí llega la mentira del Carpe Diem. Nos la jugamos. Esto se escribió en 1957, unas seis décadas atrás y, en pleno 2016, seguimos recibiendo mensajes similares, con este trasfondo desenfrenado, un bombardeo publicitario que convierte en moda lo que fue transgresor. Y ahí nos han colado lo del presente continuo, el aquí y ahora, la moneda de cambio de casi todos los anuncios.
La felicidad no consume
Lo del Carpe Diem está muy bien, pero te regala la gloria con una mano mientras te atenaza con la otra. Basta leer otro librazo llamado 13,99€ para darse cuenta del lado más chungo del mercado. El placebo de la supuesta felicidad, más fugaz que eterna. Lo escribió Beigbeder en el 2000 y, con las nuevas tecnologías, esto de consumir vorazmente y disfrutar el momento -sin pensar en lo que vendrá luego- no ha hecho sino expandirse sin fin. La alegría de vivir todo ya. Y ya.
Beigbeder narra la historia de un publicista sin escrúpulos, un genio como los personajes de Mad Men, de esos que nos venden un Carpe Diem tan abrumador que picamos siempre. Spot tras spot. Porque -cómo no- manda la novedad. “Soy el tío que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume. Necesitáis urgentemente un producto, pero, inmediatamente después de haberlo adquirido, necesitáis otro”.
La felicidad no vende
¿Y si nos están colocando el Carpe Diem continuo para tapar nuestras miserias? Para que nuestra alegría perpetua sea una espiral que nos hace comprar y consumir y comportarnos como autómatas para no afrontar cosas que no nos gusta ver. Empezamos a olvidar lo que era el aburrimiento. Ansiamos más dosis de aquí, de ahora, de yo, de ya, de esto y de aquello.
Ante estos desvaríos, ¿qué me podrán decir de la mentira del Carpe Diem en un lugar como N-Acción, la Asociación para el Desarrollo del Coaching y la Inteligencia Emocional? “El presente es importante para vivir lo que deseo vivir. Ayudamos a las personas a centrarse en sueños para convertirlos en objetivos a alcanzar día a día. Cómo alcanzar la satisfacción de forma secuencial, gradual y llena de logros que nos hagan felices“, señala la ‘coach’ Elena Fernández. Porque, a veces, mirar el horizonte te brinda una perspectiva fabulosa frente al camino sin freno.
Cerramos el círculo vicioso y recordamos que incluso en El Club de los Poetas Muertos dicen: “Vive intensamente cada instante, lo que no significa alocadamente”. Porque es genial la locura, pero conviene pensar que mañana será otro día. Y que hay muchos intereses empujándonos al incansable Carpe Diem.
Pero la hipoteca, los problemas, ese trabajo que no has terminado, la reunión pendiente o la salud no entienden de esta filosofía. Vamos a darlo todo ya, siempre, de acuerdo, pero recordemos que, como a Woody Allen, nos debe interesar el futuro porque es el sitio donde pasaremos el resto de nuestras vidas.
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