Sueles darte cuenta después de una ruptura. Pero un tiempo después. Debe encuadrarse después de todas esas fases de negación, rabia, tristeza… Cuando ya empiezas a ver la luz al final del túnel, cuando ya no te provoca arcadas la simple idea de imaginar que te podría tocar otra persona que no fuera tu ex. Ese momento en el que puede que incluso hayas intentado quedar con alguien, pero después de un resultado infructuoso te rindes al desánimo y a las evidencias: “es muy probable que nunca vuelvas a conocer a nadie más”.
Y lo dices, y lo asumes, y no pasa nada. Morirás solo, pero es lo que hay. Porque no imaginas cómo podrías volver a interesarte genuinamente por otra persona, ni mucho menos enamorarte. Te da hasta pereza pensarlo. Mientras tanto, tu entorno te mira con resignación después de haberte dicho mil veces aquello de “ya verás como encuentras a alguien que vale la pena”, o “esto es solo una etapa”, “no te preocupes, que alguien aparecerá”.
Cuando lo piensas racionalmente, te das cuenta de que probablemente tengan razón y te acuerdas de aquel amigo que tuvo esa ruptura tan estrepitosa y dramática pero que al cabo de unos meses conoció a la que hoy es la madre de sus hijos y con la que tuvo una relación maravillosa y feliz. Pero también te acuerdas de la amiga divina que, después de dejarlo con el novio de siempre, todo el mundo pensaba que la soltería pasaría por su vida de forma anecdótica, pero que pasaron y pasaron los años y ahí sigue.
También te intentas convencer de que solo estás bien. De que “viva la soltería”, de que tú no necesitas a nadie, y suena tan bien cuando lo dicen otros, que te lo llegas a creer. Pero en el fondo te entra la morriña de la vida en pareja, del mítico sofá-peli-manta, de las escapadas de finde, de las comilonas con la familia del otro, de la confianza absoluta y de todo eso que cuando estás dentro ya no parece tan bonito.
Otra de las verdades como puños que te suelen lanzar es que “encontrarás a alguien cuando dejes de buscar”. Pero eso que es tan fácil de decir, resulta serlo bastante menos de hacer, porque implica autoconocimiento e implica crecimiento personal. Hay que ponerse a trabajar, solo o con la ayuda de un profesional, para conseguir superar esas dependencias emocionales que te hacen ansiar la compañía. Hay que abrazar la soledad y abrazarse a sí mismo para no tropezarse y caer en la primera relación que pase por delante, sino lanzarse premeditadamente y de cabeza solo a aquella que realmente valga la pena.
Muchas personas, cuando están solteras, creen que encontrar pareja será la solución a sus problemas, pero solo después de la fase de enamoramiento, en la que todo parece perfecto, se dan cuenta de que no solo los problemas siguen ahí, sino que han aparecido otros nuevos y no se puede huir de ellos. Así que el desasosiego de pensar que no se volverá a conocer a nadie solo es una señal que te alerta de que no estás viviendo plenamente y de que si te vuelves a meter en una relación, será igual a la primera que se acabó rompiendo. Entonces entiendes por qué te decían aquello de “deja de buscar y encontrarás”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario