“Tía, tía, ¿sabes quéeeeeeeeee?”, y te dejas llevar por esa satisfacción máxima de contar un cotilleo bien jugoso y dejar patidifuso a tu interlocutor. Las malas lenguas te considerarán un cotilla, una mala persona, pero de-eso-nada. La ciencia dice que eres un ejemplo de evolución, la mayor prueba de que el ser humano ha avanzado. Eres grande. Porque “los cotilleos son nuestra manera de obtener información sobre los grupos para mejorar y protegernos a nosotros mismos”.
Ahí queda eso. Y no lo digo yo, lo dice Elena Martinescu, profesora de la University of Groningen in the Netherlands. En su artículo publicado en la revista Personality and Social Psychology Bulletin, Martinescu llegaba a la conclusión de que los chismes negativos son un arma de defensa que nos permite estar alerta frente a los peligros que se nos puedan presentar. Algo así como una coraza que nos protege ante posibles ataques.
En la misma línea se encamina el estudio llevado a cabo por la psicóloga Lisa Feldman Barret, de la Universidad del Noreste de Boston. “El cotilleo te ayuda a discernir entre quién puede ser un amigo y quién un rival, y eso es sinónimo de evolución”, asegura en sus conclusiones. Es todo cuestión de pragmatismo, como también explica Frank McAndrew, profesor de psicología del Knox College de Galesburg: “durante años, la gente ha dicho que mostrar interés por las vidas ajenas es un defecto, pero no es así. Es parte de lo que somos, algo biológico y que denota una evolución correcta del hombre”.
¿Por qué? Porque ya desde que el hombre primitivo vivía en pequeñas comunidades, debía estar preparado para enfrentarse a los desconocidos. Y ahí te la jugabas, porque ser demasiado confiado y salir de tu cueva ante la llamada de otro homínido podía suponer que jamás volvieras a entrar. En este sentido, McAndrew defiende el cotilleo como arma: “alguien que habitualmente monitoriza quién duerme con quién, y quién es amigo de quién, se enfrenta al mundo con información y saldrá adelante”.
Saber cómo actúan los demás, ya sea la vecina del quinto o Lady Gaga, nos dota de información sobre nuestro entorno y nos prepara para vivir en él. ¿Que Adele la ha cagado haciendo esto? Ya sabemos que no lo debemos hace así. ¿Que Obama ha triunfado diciendo esto otro? Podemos tomar ejemplo. ¿Que a la amiga de la amiga de nuestra prima le ha dejado el novio por hacer determinada cosa? Podemos extraer una lección de su desgracia.
Y, además, estamos entretenidos, porque la información es poder y el chismorreo, une, porque nos permite encontrar a personas con nuestros mismos intereses y conformar nuestros grupos según nuestras preferencias, además de que nos ayudan a autoevaluarnos.
Así que, la próxima vez que alguien te critique por comentar la vida de otro alguien, te miren mal por tragarte algún programa del corazón o te menosprecien por poner la oreja para escuchar una conversación ajena, no te preocupes. No eres un cotilla. Bueno, sí. Pero eso es bueno. Estarás bebiendo de una fuente de información que te ayudará a ser mejor persona. Y, encima, te echarás unas risas.
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