Más vale que empecemos a darnos cuenta. No somos los mismos de hace un par de años. Ni siquiera somos los de hace un mes. Poco a poco vamos construyendo nuestra personalidad y ésta va cambiando en base a nuestras experiencias. Porque la vida se trata de eso, de acumular enseñanzas y habilidades hasta que llega un día, miras atrás y piensas: joder, es verdad que lo hice solo.
Cuando aprendiste a decir ‘NO’
Porque, hasta entonces, para no quedar marginado, para que no te mirasen mal, para no ser blanco de críticas, decías a todo que sí. Aunque no te apeteciera nada. Aunque fuese en contra de tu verdadera voluntad. Hasta que un día pensaste: “¿por qué tengo yo que hacer esto si no me apetece, no me gusta o no me parece bien?”. Y ahí, cambiaste. Porque aprendiste a decir que no.
Cuando ayudaste a aquella persona mayor
A subir la compra, a cruzar la calle, a sentarte un ratito a su lado para darle conversación. Porque tú ibas por la vida sin preocupaciones y, muchas veces, no te dabas cuenta de lo que ocurría a tu alrededor. Pero un día le visto, y decidiste que tenías que hacer algo. Y ahí, cambiaste. Porque aprendiste a ponerte en el lugar del otro y a echar una mano cuando es necesario.
Cuando luchaste por tus derechos
Porque antes huías de cualquier situación que generase controversia. ¿Tú, reclamando en una tienda por un producto defectuoso? Jamás. ¿Tú, exigiendo a un camarero la hoja de reclamaciones después de un servicio horroroso? Qué va. Con tal de no discutir, decidías seguir con tu vida. Hasta el día en el que dijiste basta y decidiste pelear por tus derechos. Y ahí, cambiaste. Porque empezaste a ser lo suficientemente adulto como para entender que lo revolucionario es hacer lo que consideras que es justo. Y bien hecho.
Cuando descubriste que se puede ser feliz solo
Sábado por la noche. Planazo con los colegas. Cambios de última y todo cancelado. Tus colegas se descolgaron del plan y te quedaste con cara de idiota en casa. Vuelta a ponerte el pijama y a ver eso que llaman ‘tele’ y que ocurre los sábados. Pero a ti te dio igual, porque descubriste que tener unas horas para ti, para estar a solas contigo mismo, también era un plan genial. Y ahí, cambiaste. Porque en otro tiempo te hubieras tirado de los pelos por quedarte colgado un sábado por la noche.
Cuando se fue la luz en casa
Y gestionaste la avería tú solo sin despeinarte. Porque ya no tenías a papá y a mamá para hacerlo. Un día, súbitamente, la luz de tu casa se fue y te asustaste. Pero eso duró poco: enseguida llamaste al servicio técnico, bajaste a hablar con el portero, fuiste a casa del presidente de la comunidad. Hiciste todo lo necesario para que la luz volviera antes de que se te empezasen a descongelar los san jacobos. Y ahí, cambiaste. Porque empezaste a ser independiente y a solucionar los problemas por ti mismo.
Pero tampoco hay que agobiarse ahora si no sabemos arreglar el grifo de la ducha o nos ponemos un poco nerviosos cuando no tenemos ni idea de cómo gestionar algo. Porque, en ocasiones, lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe.
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