Ay, los consejos. Está claro que nadie es más responsable que uno mismo al escucharlos. Cuando hablas, a veces los pides, sin quererlo. De todos modos, la otra persona tiene derecho a expresar su opinión. Vale, ya está bien. Demasiado bonito, hasta aquí llegó la nieve. Los consejos son una putada cuando estás demasiado caótica/o para recibirlos, y, en este caso y en muchos otros que no lo parecen, perjudican más que ayudan. Cinco peligros de los consejos, especialmente en cuestión de relaciones sentimentales, son los siguientes.
Las leyes universales
Las recomendaciones suelen seguir la línea teórica coherente que no (o difícilmente) se cumple en la realidad. No presumamos de ser cristianos practicantes porque todos la cagamos, y se aprende más de un error que de salirse de rositas, muchas veces. “Lo normal es”, “Yo haría”. No y no. Si “x” tiende a “y”, pues igual “y” no se seca.
Las leyes universales sirven para los estudiosos, y no son aplicables 100% a los casos particulares. Ni siquiera la norma de vida que rige al vecino de al lado. Si aprobaste con sobresaliente Filosofía, deberías saber que muchos consejos son pura retórica. La empatía es vivir algo parecido en nuestras propias carnes. Y ni aún así.
Los juicios
Como la norma escrita parece tan coherente a la vista y a los ojos, comenzarás a distorsionar la realidad. De repente, te parecerá que te has escapado del rebaño católico apostólico romano -con ese nombre, no es tan extraño perderse, digo yo-, y que todos llevan la mejor vida posible porque han hecho caso a los consejos que van de boca en boca y que precisamente el ser tan popular es lo que les da la categoría de “verdad absoluta”. Muchos te apuntarán con el dedo, sí, siguiendo el estilo bíblico, mal interpretado, por supuesto. No te sientas juzgado porque, normalmente, el que más habla es quien más tiene que callar.
Las fechas límites
Si no cumples con lo que te dice “el consejero”, el mundo va a estallar. Si has roto y tenía él la mayor parte de la culpa, espera dos días. Si la tenías tú, lánzate a sus pies. ¿Un calendario con un cronómetro para saber cómo reaccionar? No, perdona. Tiempo al tiempo, es el mejor refrán, en este caso, y que el tiempo todo lo cura, también. Así, lo mejor es desconectar del tema y centrarte en otros asuntos, si estás muy turbio todavía.
Tus padres o amigos
Inevitablemente, va a ser peligroso porque os une un vínculo emocional, igual que con amigos. Los progenitores te van a contar su experiencia de cuarenta años, y van a proyectar sobre ti -normal-. Muchos de sus consejos son tan útiles como aquellos que resultan altamente tóxicos. Las personas ligadas a ti son menos objetivas, si cabe, que el resto. No siempre sirve que te conozcan, tú evolucionas cada instante. Igual que no has de llorar las veinticuatro horas del día, porque su tendencia general será la de protegerte… Y digo yo, ¿de verdad no quieres desconectar ni aunque sea una hora y echarte unas risas?
Sensación de marioneta
Si siempre vuelcas tus oídos a un buen consejo, el resultado te resultará un cuerpo extraño. Como algo ajeno a ti, que realmente ha vivido aquella persona que te aconsejó. No es justo: sé responsable de haber escuchado, o bien no absorbas opiniones. Puede sonar un poco rebuscado.
La mejor alternativa es que tú asumas el riesgo, tanto si quieres decidir como si no. A veces, un no sé es un veredicto temporal, que puede aclararte las cosas a largo plazo. Otras veces cagarla es tu opción preferida. Porque aquí estamos para aprender, con y sin consejos.
Así, después de nuestros “no consejos”, te aconsejamos: que llores amarga y conscientemente, o escuches a los Rolling Stones; que te prepares un buen plato de pasta italiana o que salgas a dar un paseo. Sobre todo, que destruyas de tu memoria lo que acabas de leer y te escuches un poquito, hoy, mañana, pasado… No hay prisa cuando hay un buen motivo.
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