La memoria es selectiva y estamos entrenados para olvidar. Es un mecanismo de defensa del propio cerebro que sitúa los recuerdos más tortuosos de uno mismo a un lado para poder seguir hacia adelante y no verse paralizado por ellos. Es así de sencillo: nuestro subconsciente se deshace de todo aquello que no utilizaremos en un futuro, desde los once temas que has empollado para un examen y que inmediatamente al salir de este olvidas, hasta las personas que fueron a saludarte el día del funeral de uno de tus más allegados.
Nos empeñamos en retener todo aquello que hemos vivido, pero es imposible. Nuestra memoria es acotada y, aunque a veces nos creamos un USB extraíble, lo cierto es que no disponemos de gigas y gigas de capacidad. Cada “x” tiempo nosotros solitos hacemos un reset, ya que no podemos aparcarlo todo en un rincón para recuperarlo cuando queramos.
El psicólogo sueco Gerd Thomas Waldhauser, de la Universidad de Lund, dirigió una investigación sobre el lugar exacto del cerebro donde se borran los recuerdos de forma voluntaria mediante un Electroencefalograma (EEG). De esta forma, demostró que cuanto más tiempo dediquemos a olvidar un recuerdo más difícil será recuperarlo en un futuro.
Constantemente convivimos con sentimientos contrarios: quiero olvidar por completo, pero por otro lado deseo congelar todos y cada uno de esos recuerdos en la retina. Esta disonancia nos lleva a eliminar uno de ellos y con frecuencia incluso a alterarlos, en lo que influyen también las versiones de los demás si se trata de un recuerdo conjunto, pues lo que viviste con lo que vivió otra persona acaba creando una nueva vivencia vista desde puntos de vista muy dispares.
Otras veces tendrás que conformarte con el recuerdo de otros y decidir conservarlo o no. Suele pasar: lo que unos tienen presente con facilidad otros tienen la rara costumbre de olvidarlo.
Coge la Polaroid y dispara eso a lo que sí con certeza quieras recordar. Probablemente, cuando pase el tiempo no conseguirás recordar minuto por minuto ese día, pero por lo menos sí contagiarte de nuevo de esa sensación, del bienestar que te proporcionaba entonces y de lo que llegaste a sentir, querer o reírte aquel día.
Es vital dejar espacio para experiencias insólitas, personas nuevas que aparecerán sin esperarlo e ir dejando a un lado aquello que ya pasó y que solamente nos trae congoja. Lo que debemos hacer es darnos tiempo, tiempo de aceptación, tiempo para respirar, tiempo para llenar de nuevo el ilusorio USB extraíble.
Existiendo miles de recuerdos que te hacen sentir feliz, ¿por qué dedicar más tiempo a aquellos que a día de hoy no te aportan nada bueno?
No hay comentarios:
Publicar un comentario