A veces cometemos el error de vivir como si nuestra existencia fuese un producto desechable. Sí, desperdiciamos nuestra vida con tanta facilidad y en tantas tonterías como si de verdad creyésemos que habrá otra oportunidad, otra vida. La desperdiciamos en peleas, en envidia, en rabietas, entre otras; pero la forma más común en la que desechamos nuestra existencia es haciendo algo que odiamos hacer.
Lo odiamos, y tenemos que admitirlo de esa manera. Es angustioso ver a miles de personas con la cara arrugada todo el día, y basta conversar unos minutos con ellas para darse cuenta de que la razón es que están haciendo con sus vidas algo que detestan, aunque ni siquiera lo saben. Aquellas que lo saben pelean con sus propios demonios por no querer aceptarlo, y este es un comportamiento más común en personas que ya tienen un título profesional.
Tiene lógica, ¿cómo van a admitir que estudiaron durante más de cinco años carreras que realmente no les gustan? Y por si fuera poco, están trabajando en eso que han odiado desde la primera vez que lo vieron. Se detienen a pensar que sería “ridículo” si admiten que perdieron su tiempo, y a cambio de eso, prefieren perder lo mucho que aún les queda.
Es una gran tontería decir que las cosas “no hay que hacerlas por dinero”, porque a fin de cuentas el dinero es solo el resultado de tu esfuerzo. Pero más tonto aún es creer que las cosas “hay que hacerlas solo por dinero”, sacrificando intereses personales, pasiones, habilidades y gustos. Sobre la segunda premisa viven muchas personas, infelices porque aun con sus cuentas bancarias a reventar, no se sienten motivados por lo que hacen.
Otras muchas viven guiadas por la primera premisa, y para no parecer “materialistas” dedican su tiempo a regalar su esfuerzo. Ninguno de ellos disfruta lo que hace, porque uno trabaja por sacrificio y el otro trabaja para obtener algo que no lo hace feliz. Ambos están tirando sus vidas a un depósito de basura como si esta maravilla que es vivir fuese un pote de plástico ya vacío.
Tú, que aún estás a tiempo y que te has topado con este llamado de alerta, bienvenido a la realidad; este no es el mundo de Mario Bros donde puedes morir y aparecer de nuevo con toda la energía de un recién llegado. Sea lo que sea que vayas a hacer con tu vida, por lo que más quieras debes ser tú mismo, y asegúrate de que te encanta, de que estás enamorado de lo que haces.
La verdadera felicidad se encuentra en el orgullo, y la única forma que tienes para experimentarlo es sintiéndote satisfecho con lo que eres. Eso está estrictamente ligado a lo que haces, en el día a día, para ganarte la vida y cómo interactúas con las personas que te importan. No pierdas tu tiempo viviendo la vida de alguien más ni tampoco la vida que otros quieren que vivas.
Con toda propiedad puedo decirte que, cuando haces lo que te gusta, la vida realmente se disfruta. Tu pasión es tu motor, es tu combustible y tu acelerador para que avances directo hacia ese honorable objetivo de vida: tu propia felicidad.
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