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lunes, 22 de febrero de 2016

Carta A Los Que Me Dicen Que No Llore Cuando Estoy Llorando

Sí, estoy llorando. ¿Y qué? A todo aquel que se me acerque inteligentemente regalándome el sabio consejo de que deje de llorar le mandaré a tomar viento. ¿Por qué voy a tener que dejar yo de llorar si me apetece? Soy sentimental y extra sensible en contadas ocasiones, pero, digo yo, ¿es que no es sano dejar ir todas mis frustraciones la través de las lágrimas? Que son mías, no tuyas.

A ti, que me dices que deje de llorar: en vez de hacer eso, sería mucho más útil que me regalaras tu silencio, igual que yo te regalo lo que estoy sintiendo. Dame las gracias por ello. Por saber expresarme, por ser yo misma y mostrarme tal y como soy, sin miedo y sin vergüenza. Como todo un revolucionario del mundo de las emociones. Y si no eres capaz de comprenderlo, mejor aléjate.

Porque llorar no es un crimen. Deja de pensar tanto en mantener la compostura. Siempre he creído que si tenemos la facultad de reír y de reír tan fuerte, ¿por qué cuando lloramos deberíamos reprimirnos? ¿Verdad que cuando reímos lo hacemos desenfadadamente y con total despreocupación? Pues con las lágrimas igual. Si he de llorar, debería poder llorar con total libertad.

No quiero guardarme nada que me haga sentir frustrada. Quiero poder sacarlo todo y dejar espacio para todo lo demás. Quiero limpiarme y asearme por dentro, quiero estar libre de una sensación que me impide avanzar para luego empezar de cero y hacerlo con más fuerza. Los que piden más autocontrol, estar siempre alegres y dejarlo todo dentro… están, muy, muy equivocados.

Si lloro, expreso, y si expreso, supero. Una anestesia natural que palia el dolor. Un calmante que brinda tranquilidad y en cierto modo relajación. Incluso un componente que me hace sentir viva porque no solo lloramos por angustia. Si lloramos por alegría la intensidad se multiplica.

Contener las lágrimas genera mal en todo el organismo y aumenta de forma abundante la negatividad y el malestar, lo que a la larga conseguirá que concentres todas estas emociones y las desencadenes en una bomba de relojería en la que no querrás verte.

Cuando lloro me desnudo ante todo y ante todos. ¿Quién es más pudoroso, el que no quiere desnudar su cuerpo por vergüenza, o el que no quiere que lo conozcan por dentro, cómo Dios los trajo al mundo? ¿Por qué negarnos algo que brota sin más? Lo que está claro es que después de llorar seguro que nos sentiremos mucho mejor. No tenemos una varita mágica con la que poder solucionar los problemas, pero si esto puede calmarnos, ¿por qué privarnos de ello o privar a los demás?

A partir de ahora toma nota: no aceptar que me digan que no llore. Aceptaré solo silencios que escondan miradas cómplices. Silencios capaces de traspasarme muy fuerte y que me den las gracias sin hablar y me den y abrazos sin tocarme.

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