Que nadie muere por nadie y mucho menos por amor, es la típica frase que acuñamos para consolar a aquellos que acaban de sufrir una decepción o un fracaso amoroso. Pero, ¿qué ocurriría si lo llevamos a la literalidad? No es pura palabrería, una de las investigaciones llevadas a cabo por la Universidad de Glasgow (Escocia), que fue publicado en 2007 con el título ‘La pérdida de la persona amada puede conducir a la muerte’, así lo confirmó.
El estudio recopiló información sobre unos cuatro mil matrimonios de entre 45 y 64 años de edad entre la década de los 70 y el año 2004. En efecto, en muchos de los casos, la pérdida del ser amado, agravó alguna dolencia previamente adquirida por la otra parte de la pareja, llegando incluso a causar su muerte.
Una de las explicaciones que apuntó la investigación, fue la forma en la que se sobrelleva el duelo en los seis primeros meses cruciales tras la ausencia de la pareja. Es en esa fase, cuando puede producirse la muerte del sobreviviente, y siendo en los inmediatos años posteriores, cuando existe un elevado índice de perecer por problemas cardiovasculares. Puede ser tanta la aflicción, que desencadene en un latido irregular del corazón que conduciría a un mayor riesgo de muerte.
No es de extrañar que en Glasgow se adentraran en el estudio mencionado. En la década de los 90, ya se describió por primera vez. Es decir, que se te rompe literalmente el corazón y no de forma poética. Se le denominó Tako-Tsubo porque es el nombre que recibe una vasija abombada y con el cuello estrecho, usada entre los pescadores nipones para atrapar pulpos. La enfermedad se caracteriza por manifestarse de forma similar a un infarto de miocardio, y la parte afectada del corazón adquiere una forma similar a la de esta vasija.
Quizás ahora tenga mucho más sentido la canción que catapultó al estrellato a Alejandro Sanz, con su conocido Corazón partío. Bajo la dulzura que desentraña el amor, su antítesis o la pérdida de éste, nos puede llevar a la muerte. No porque la ausencia de amor signifique tristeza o vacío, sino que has acostumbrado a tu corazón a latir bajo los ritmos de la adrenalina de convivir con tu ser amado, y ahora es el miedo a no saber vivir sin el otro lo que se apodera de ti.
Pero si pensabas que somos los únicos que al tener el corazón roto podemos tener una muerte anticipada, te equivocas. Como no es de extrañar, el reino animal es paralelo al del ser humano. Un ejemplo de ello son los caballitos de mar que, según los científicos, cuando uno de la pareja fallece, el otro se deja morir al poco después de la pérdida de su compañero. Pero no son los únicos, se suele afirmar que los pingüinos eligen a un compañero para toda la vida, y una pérdida de este tipo puede desencadenar una reacción muy similar a la que viven las personas en su etapa de duelo.
Ya lo decía el líder de Joy Division con su Love will tear us apart (el amor nos destrozará), porque cuando perdemos la cabeza por amor, puede que no sea lo único que perdamos.
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