Que si las grasas son malas, que si los lácteos, mejor desnatados, solo dos huevos a la semana… estamos hartos de oírlo y de ver representados en la pirámide de la alimentación perfecta lo que debemos comer y con cuánta frecuencia. Pero a menudo damos por hecho cosas porque es lo que se ha dicho siempre, ¿no? En la tele, los médicos, en el colegio… Pero, ¿y si supieras que la famosa pirámide nutricional que rige los patrones de la alimentación supuestamente saludable se creó sin ninguna base científica? ¿Seguirías creyéndotela?
Resulta que un tal Ancel Keys quiso demostrar que al reducir la ingesta de grasas se reducían también las enfermedades cardiovasculares. Para ello presentó el Estudio de las siete naciones, en el que de 22 países analizados escogió los siete en los que se confirmaba su tesis, es decir, relacionar directamente las grasas con las enfermedades cardiovasculares. Para ello dejó fuera a países que presentaban un menor porcentaje de mortalidad por esta causa como Dinamarca, Noruega o Suecia, pese a tener estos un consumo muy similar en grasas a Estados Unidos (40% del total de calorías de la dieta).
El origen nada cientifico de la primera pirámide
Obnubilado por las ideas de Keys, el senador George McGovern publicó en 1977 la primera Guía de Objetivos Dietéticos de Estados Unidos dando lugar a la primera pirámide alimenticia, basada en las afirmaciones sin evidencia científica de Keys y que proponía en su base una burrada de carbohidratos, es decir, granos y cereales. No hay que sorprenderse, ya que quien creó esta primera pirámide era la USDA, es decir, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, osea, los encargados de promover la venta y consumo de granos y cereales.
Las recomendaciones de la pirámide nutricional han ido cambiando con el tiempo. Antes inundaban los pasillos de los supermercados los productos bajos en grasas y hoy vivimos la cruzada contra el azúcar. Mar Navarro, Presidenta del Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de Castilla La Mancha, explica que “en España hemos ido adaptándola a nuestra forma de comer y desde 2011 la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas ha incorporado nuevas aportaciones saludables”.
El primer cambio sustancial propuesto por el GREP-AEDN (el Grupo de Revisión, Estudio y Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas) afecta al pedestal de la pirámide, restando importancia a los carbohidratos (recomendando mayoritariamente el consumo de los integrales) y dando mas protagonismo a las frutas y las hortalizas y verduras.
“Ambos grupos de alimentos son los únicos que hasta el momento han demostrado evidencia de peso en la prevención de numerosas enfermedades crónicas, entre ellas, las de mayor incidencia en nuestro país, las cardiovasculares y el cáncer”, señalan desde el GREP. Otra recomendación que se ha incluido en la base de la pirámide “para fomentar su consumo diario es el aceite de oliva y los frutos secos”, informa Navarro.
Hay propuestas como la creada por la Escuela de Salud Pública de Harvard, The Healthy Eating Plate, que pasan de la típica pirámide y representan en un plato diferenciados por colores los nutrientes que deberían conformar cualquier comida saludable, además de añadir recomendaciones de cajón como beber suficiente agua (litro y medio, mínimo) y mantenerse activo haciendo ejercicio.
Navarro además apunta que están teniendo muchos problemas en consulta “por el exceso de hidratos, sobre todo refinados, ya que pueden provocar una resistencia a la insulina, lo que puede acabar en diabetes”. Por eso, más que evitarlos -porque siguen siendo necesarios para nuestro organismo-, desde el Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de Castilla La Mancha hacen hincapié “en la calidad del hidrato”. Algo que se consigue con gestos tan fáciles como sustituir los típicos cereales de desayuno (compuestos en su mayoría por azúcar) por copos de avena o bien optando por el arroz o el pan integral en lugar del blanco.
También se decía que una dieta, cuanto más baja en grasas fuera, mejor, “pero se ha visto que no, que hay un porcentaje de grasas que debemos consumir diariamente”, advierte Navarro. Por ello se recomienda tomar cada día grasas saludables como el aceite de oliva o los frutos secos, que tienen un efecto cardioprotector y mejoran la membrana celular.
Hay que evitar por supuesto las grasas trans, presentes en productos elaborados como la bollería industrial, la carne procesada, etc. y apostar por ácidos grasos saludables “presentes, por ejemplo, en el aceite de oliva, que impiden que las grasas se depositen en las arterias”, informa Navarro.
Al final la recomendación sería muy simple y la sabemos todos: “llevar una dieta variada y reconocer dónde están los nutrientes perjudiciales para no abusar”.
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