Debe ser la necesidad de innovar, de crear, la culpable de que todo lo que conozco me aburra tanto que me haga detenerme a pensar: ¿qué es lo que está mal?
Lo que a los demás les encanta a mí me parece aburrido. Muchas personas hablan entre sí de lo que yo considero idioteces. Muchos individuos andan por la vida repitiendo las mismas cosas sin cesar, ya sean aspectos de trabajo o de ocio, ya sea en casa, en la oficina o en la universidad.
Sí, se me ocurren un millón de ideas que confieso aún no sé cómo materializar, pero eso no detiene mi afán por inventar. Si hablan de deporte dicen lo mismo que los locutores, si hablan de política repiten lo mismo que sus gobernadores, y si es de trabajo pues no son ellos quienes toman las decisiones. La educación nos acorrala para que no seamos desertores, desertores de un sistema donde unos pocos quieren tratarnos como si fuéramos sus peones.
¡Me niego a seguir esos patrones! Tan tradicionales, tan comunes y tan poco emprendedores. Quiero ser libre, quiero innovar, romper las viejas reglas, crear, crear y seguir creando.
Podemos estar convencidos de que este mundo, esta vida y las nuevas generaciones pueden ser más productivas, libres y mejores si en lugar de educar loros, liberamos a los gatos tan curiosos e inventores.
La historia lo dice y la realidad no lo puede ocultar:
¿No son potencia mundial las sociedades con individuos más libres para inventar, crear e innovar?
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