“La paciencia es la madre de la ciencia”. Cuántas veces habrás escuchado esta frase, milenario. Ideal para complementar a la de “Quien espera, desespera”. Si tus ganas o tus pasiones pueden más que tu saber estar o tu temple mesurado, pero no es el momento porque la realidad no favorece lo que estás buscando, tómate un chupito de paciencia. Contradictoriamente, te darás cuenta de que, en muchas ocasiones, si correr no sirve de nada, tampoco sirve esperar. En resumen, ten paciencia para algo que crees bueno ahora y mañana te llegará algo diferente y mejor, inesperado e improvisado.
Si me escucho a mí misma hablándome de paciencia no me lo creo. El alma rebelde y libre tiende a alborotar, a cuestionarse y, sobre todo, a quererlo todo YA. Y no es práctico estar inquieto constantemente, porque hay que cambiarle las pilas a la inquietud. Ni la vida es siempre así, ni la situación actual lo permite, ni, qué narices, tampoco es cierto creer que todo depende de mí. Así que hay días que recuerdo la frase de mi madre: “La ira se va al hígado”. Y me pego un lingotazo de paciencia, de poner a reposar mis ideas, de bajar, ni que sea un pelín, el ritmo; no paro, solo me hago la muerta, como en el mar.
Porque el trote en una carrera es un subidón, pero la carrera de fondo sabe también muy bien. Por eso, hago un llamamiento a los impacientes. Abrochaos el cinturón de vez en cuando, que impulso y garras no nos faltarán nunca, aunque paremos a repostar. Lo juro. Yo me atrevería a aconsejar pequeños ratos de soledad antes de dormir, sonrisas frente al espejo por la mañana, paseos por la montaña, masajes en los pies y mucha música. Y es que, cuando le toca el turno a la paciencia, las ideas que estaban escondidas y no recordábamos por el estrés cotidiano salen a flote. Y todo se ordena, hasta que te das el gustazo de desordenarlo de nuevo.
Una vez me dijeron que el tiempo se ha de destinar a dos cosas, principalmente: bienestar y dinero. So… be pacient, my friend. Que todo llega y todo pasa, y todo deja huella. Pero tómatelo con calma, no querrás que sea Facebook quien siempre se encargue de contarte tu propia vida. ¿Sería muy triste, no? Recuerda que te pasará lo contrario a lo deseado, que encontrarás lo que no estabas buscando, que tirarás las braguitas a la basura y la piel de plátano al cubo de ropa sucia, y que acabarás bebiéndote el charco entero por decir que de aquella agua no ibas a beber. Y así es la vida, porque la paciencia también está reclamando que le hagas ojitos, que malgastes tu tiempo con ella, que la utilices de vez en cuando y con amor. Abúrrete, enciérrate en casa. O, como a mí me pasó, enamórate de otro sin apenas darte cuenta de que existe. ¡Viva la paciencia!
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