¿Alguna vez te has dicho “no puedo hacerlo, soy terrible para esto”? Frases como esta son los peores enemigos de la auto-motivación, y se convierten en la tierra que caerá sobre nuestra tumba, como si nosotros mismos nos estuviésemos enterrando.
En la vida, a veces se gana y siempre se aprende, es así de simple. No hay razones para darnos palazos a nosotros mismos cuando ese artículo que estamos escribiendo, ese informe anual, o ese negocio parecen arrastrarse por el suelo sin poder coger vuelo. Dicen que “el mundo le pertenece a los ganadores”, y esto tiene dos maneras de ser visto: o nos limitamos a creer que tenemos que llegar siempre los primeros o disfrutamos la experiencia prestando atención a cada detalle.
Es muy común escuchar que “quien llega de segundo no será recordado”, pero esta es la posición del que no sabe cazar oportunidades. En cada momento que nos sintamos perdedores, recordemos que repetírnoslo solo extenderá nuestro desánimo y desvanecerá nuestra confianza. Vamos a aplaudir al ganador en señal de reconocimiento por su trabajo, empeño y talento, mientras que para nosotros queda el orgullo de haber dado lo mejor y saber que “sí, puedo hacerlo”.
¿Lo importante no es ganar, sino participar? Cuidado con esto porque puede ser malinterpretado, convirtiéndose en el consuelo para actuar como un mediocre. Ese ganador que hay en ti debe buscar el triunfo en el aprendizaje continuo, en la lucha incansable y en el reconocimiento de que en ocasiones las cosas tomarán un rumbo que al principio costará comprender, pero que con nuestra inteligencia y perseverancia será transformado en una experiencia más que contar, un acierto más que disfrutar y una razón por la cual vivir.
A veces se gana y siempre se aprende, porque en el fracaso hay una gran lección, la lección que nos enseña que “este no es el camino para llegar”. A veces se gana y siempre se aprende, porque cuando las cosas nos salen mal pondremos a prueba nuestra fuerza, energía y disposición para lograr aquello que deseamos. A veces se gana y siempre se aprende, porque cuando fallamos podemos descubrir qué tanto interés tenemos en eso que estamos intentando. A veces se gana y siempre se aprende, porque la vida es así, son lecciones, aprendizajes y cuentos que recordar y compartir.
No hay peor perdedor que aquel que cree ser uno, ese que convierte sus oportunidades de aprender en razones para lamentarse, que cree estar viviendo una tragedia por la ceguera que causa el fallar. Y no hay mejor ganador que aquel que en sus fallos encuentra la inspiración, esas ganas para intentarlo de nuevo sabiendo que simplemente se trata de otra oportunidad para ser mejor. ¿Serás el perdedor que llora o el ganador que aprende cuando falla?
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