Parece que en los bares, discotecas y festejos populares nocturnos en general haya más gilipollas por metro cuadrado que en ningún otro entorno, pero esto es solo una ilusión. Algunos gilipollas son capaces de disimular su condición en interacciones breves que suceden durante la vida diurna, por lo que no nos resultan molestos al cruzárnoslos en una tienda o en una sencilla conversación de ascensor. Sin embargo, son incapaces de contenerse cuando se les libera en una fiesta: solo hacen falta un mínimo de tres copas y una luz tenue para que su verdadera personalidad salga a relucir poniendo a prueba la paciencia de los presentes.
Hay muchas cosas molestas que todos solemos hacer cuando vamos un poco pasados de rosca. Lo increíble del gilipollas en las fiestas es que no peca de una o dos de ellas, él es capaz de realizar cada una de estas mierditas en una sola aparición y bordarlas todas. El tema de la escasez de equilibrio, las danzas exóticas y el riego automático con su cubata a todo el que tenga alrededor todavía resulta excusable (son gajes del oficio fiestero), aunque hay que decir que en el caso de estos individuos son capaces de hacer un arte de ello.
Lo que hace al gilipollas un ser realmente fascinante es su seguridad a la hora de interpretar multitud de papeles a la vez: puede creerse al mismo tiempo político, psicólogo, filósofo y poeta. Le importa bastante poco o nada que a nadie le esté interesando lo que dice, el gilipollas es perseverante y tiene unas cuerdas vocales dignas de un pregonero, lo repetirá las veces que haga falta y al volumen que sea necesario. El gilipollas brilla especialmente cuando intenta ligar, se cree un seductor, y su táctica preferida es la del psicoanálisis de bombardero. Le encanta sentarse junto a alguien y jugar a ser Freud, soltando traumas y facetas ocultas, tratando de establecer una conexión súper profunda con la persona abordada. Puede dedicarse a ello horas si nadie lo detiene. No tiene ni puta idea de lo que dice, pero sabe que si sigue insistiendo en algún momento acertará con algo. Es una estrategia de desgaste. En alguna ocasión una frase acertada sobre ex parejas o problemas con los padres le han llevado al éxito fácil, por lo que nunca pierde la esperanza.
Su enorme ego y los excesos químicos limitan bastante su capacidad empática por lo que, generalmente, tiene dificultades para percibir que su compañía no está siendo grata. Y si se da cuenta de que sobra, se la suda por delante y por detrás. Está demasiado encantado de haberse conocido, disfruta mucho escuchándose hablar. No está claro cuando pasa de pensar “Joder, soy un puto galán, lo estoy petando” a “Mi vida es una inmensa mierda. Esta gente parece feliz, voy a reventarles la fiesta”. Pero lo que es seguro es que, si nadie se lo impide, será el último en desalojar el lugar.
Así que recordad, los gilipollas son como los embarazos, es mucho más sencillo evitarlos que quitárselos de encima después. Probablemente ese “infraser” haya sido invitado por algún amigo tuyo, por lo tanto la violencia física no es una opción, así que saca a pasear a tu repertorio de borderías selectas y despacha al chapas nada más acercarse. Mantener alejados a los gilipollas es un talento que se perfecciona con el tiempo, no desesperes, cada nueva fiesta es una nueva oportunidad para mejorar.
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