No mires su última conexión de WhatsApp. No entres en vuestra última conversación de Facebook para ver si cabe la posibilidad de que haya visto ese estado que has publicado, claro, sin ninguna intención de que lo lea; por supuesto que no. Olvida los Hashtags y etiquetas reveladoras y el postureo en Instagram. Bajo ningún concepto reproduzcas en tu Smarthpone vuestra canción. No seas masoca. ¡Malditas redes sociales! Esto antes no pasaba.
Nuestros padres y abuelos se conocían, vivían a kilómetros de distancia la mayoría de veces y en ocasiones se tiraban horas hablando desde una cabina rezando porque la conversación no quedara a medias a causa de no tener monedas suficientes para continuar hablando mientras otro hacía cola presionando para que terminara de una vez. Ellos debían confiar realmente en lo que la otra persona les decía. No les quedaba más remedio. “Qué bien cariño. ¿Este fin de semana nos veremos?”, “Lo siento, pero hasta dentro de dos semanas no podremos vernos”. Ahí terminaba la conversación, con el suspiro y la resignación típicos del “es lo que hay”. Después pasaban las dos semanas, cogían un tren hasta la ciudad del otro y se conformaban con un paseo por la calle principal del pueblo cogidos del brazo pero con una sonrisa enorme, una sonrisa que traspasaba la felicidad y las ganas de quererse. Después de cuatro horas la estación nuevamente les esperaba y a su vez les separaba. Como a las diez de la noche tenían que estar en casa no había mucha más alternativa. Así se festejaba y se pasaba al noviazgo, lo que en los años 50 era una declaración clara de compromiso y a lo que hoy se le tiene tanto miedo.
¿Qué decidían dejarlo? Una llamada bastaba, no volvían a verse y probablemente no volvían a saber nada el uno del otro. Lo tenían más fácil. En cambio, ahora todo es distinto. Aunque no lo quieras, con la Teoría de los 6 grados todos estamos conectados como mínimo por 6 personas, lo que significa que sí o sí continuarás sabiendo de la vida de esa persona. Sí, los tiempos han cambiado y hay que adaptarse a las nuevas circunstancias que nos lo ponen más difícil, pero la realidad es la misma ahora que hace 50 años, la realidad sobre lo que no se debe de hacer si ha decidido marcharse. Así que, no indagues; ahora ya, ¿qué más da? Olvídate de vivir en el mundo virtual y comparte la realidad que de verdad tienes contigo: sal, diviértete, coge el coche a las once de la noche un sábado sin plan y plántate en el pueblo de ese amigo o amiga que vive en la distancia y que desearías ver, organiza un viaje exprés de fin de semana en una habitación minúscula por cuatro duros, báñate desnudo en el mar y tómate un mojito bien cargado a la luz de las estrellas y ríe, ríe con aquellos que de verdad te hacen sentir bien y en paz. No puedes elegir de quién te enamoras pero sí qué amigos quieres tener cerca y con cuáles puedes tomarte un café, un Jägermeister o grabar un vídeo cantando después de inhalar el helio de un globo.
El amor es ciego y es que ojos que no ven corazón que no siente, pero, cuando esto pasa, solo uno mismo puede poner punto y final al impulso. Debes hacer eco de tu autocontrol y tener bien claro quién eres y sobre todo qué quieres para ti.
“Si alguna vez has sido consciente de lo mucho que vales, este es el momento de tenerlo presente”.
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