Desde que éramos pequeños, Disney entró en nuestros hogares, y así fue como nuestro ideal del amor cogió la forma de un príncipe azul o una princesa Disney. Nuestra mente fue creando un amor ideal, perfecto: con esos ojos, esa sonrisa… Parecía que existía esa persona, y que estaba en alguna parte, como esperando a presentarse en nuestra vida y llenarnos de felicidad. Pero la mayoría de nosotros, con el paso de los años, no tuvimos apego a esos antiguos amores platónicos y preferimos vivir que soñar, y equivocarnos en vez de quedarnos en el País de Nunca Jamás.
Entonces fue cuando empezamos a tirarnos a la piscina, aunque algunas veces después de habernos lanzado descubriésemos que se trataba de agua encharcada. Empezamos a cometer errores, a sentir cosas que jamás habríamos sospechado, y también a decepcionarnos y sentirnos engañados a veces. Comenzamos a probar cosas diferentes y sobre todo empezamos a entender que enamorarse es mucho más emocionante que cualquier teoría que se haya escrito jamás sobre el amor.
Pero tuvimos que aprender más lecciones, y también nos fuimos volviendo más y más selectivos. Descubrimos que no es lo mismo enamorarse que amar, y que esos lazos intensos que nos conectan con alguien, algunas veces se desvanecen en egoísmos, idealismos y tantos otros ismos.
Por eso tengo claro que no eres el amor perfecto, porque cuando te elegí ya había aprendido que en esta vida vale más la pena ser felices que ser perfectos. No te elegí porque fuese con mi Excel anotando tus ventajas y desventajas. No empecé a salir contigo porque te parecieras a un ideal que me hubiera imaginado durante años. Tampoco te elegí porque me vendieras una moto que no existía, con una falsa sonrisa o un comportamiento fingido… Te elegí porque sí, porque lo tuve claro después de muchos años, de equivocarme muchas veces, de tantas ilusiones rotas, emociones indescriptibles y heridas incurables…
No te elegí porque fuese fácil, sino porque pensé que merecía la pena complicarse la vida a tu lado. Te elegí porque cuando lo vi claro, no había ventaja, ni teoría o esquema que pudiera estar a la altura de lo que sentía en ese momento con total seguridad.
La voluntad de quererte, mi empeño y mi elección, tienen más peso que cualquier otra emoción pasada que haya quedado enterrada en el olvido. Por eso te elegí. Te elijo, en realidad, cada mañana cuando me despierto y decido que seas tú quien esté a mi lado. Te elijo a cada instante porque sé que la libertad es algo vivo, y si estoy hoy a tu lado es porque quiero realmente seguir apostando por lo nuestro.
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