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lunes, 14 de septiembre de 2015

¿Qué características tienen las personas inmaduras?

En ocasiones, utilizamos la palabra “inmadurez” de un modo muy arbitrario. E incluso es posible que a ti mismo te hayan etiquetado como persona inmadura de forma poco acertada. Una persona inmadura no es alguien que no se hace la cama por las mañanas, por ejemplo, o que es algo desordenada.

Tampoco son inmaduros los que eligen quedarse en casa leyendo un fin de semana antes que salir con sus amigos. La personalidad inmadura es más compleja y tiene como esencia básica, el no responsabilizarse de la propia vida para ser feliz, capaz e independiente, y a su vez, ofrecer felicidad a quienes están a su lado.

No obstante, te invitamos a conocer los principales rasgos que caracterizan a las personas inmaduras en los siguientes puntos. ¿Nos acompañas?

1. Escaso conocimiento de uno mismo

El conocerse a sí mismo y disponer de una imagen clara y realista de nuestro interior, es esencial para avanzar en la vida de forma madura e íntegra. El aprender de los errores pasados, el integrar las experiencias nuevas, el controlar y gestionar adecuadamente nuestras emociones, nos hacen crecer y a la vez, conocernos mejor.
Yo sé cómo voy a reaccionar a ciertas situaciones, yo sé lo que me conviene y qué tipos de personas debo evitar para sentirme bien. La persona inmadura, por su parte, echa la vida a suertes a ver qué ocurre, exponiéndose a situaciones sin tener un conocimiento auténtico de sí mismo.

2. Inestabilidad emocional

Está claro que ninguno de nosotros somos un ejemplo de la virtud absoluta, que todos tenemos nuestros “prontos” y nuestro carácter. Ahora bien, el gestionar de forma adecuada las emociones, controlando la ira y la rabia, canalizándolas, y disponiendo a su vez de una buena empatía que nos haga reconocer en los demás sus emociones como lo hacemos en nosotros mismos, es algo esencial.
La persona inmadura es como el niño que no sabe controlar su frustración. Reacciona con despecho cuando se le ofende o cuando no consigue lo que quiere. Nos adoran cuando hacemos lo que ellos quieren y nos apartan cuando no encajamos en sus objetivos o, sencillamente, les decimos la verdad.

3. Escasa responsabilidad

Las personas inmaduras no siempre logran tener una pareja estable. Siempre tienden a prioriozarse a ellos mismos, les cuesta compartir, negociar, dialogar, ponerse en la piel de su pareja.

Pueden resultar muy divertidos al ser casi como niños, es increíble compartir ciertos instantes con ellos/as, sin embargo, al poco, nos damos cuenta de que no cumplen lo que prometen, de que se aburren pronto de las cosas, de que no asumen ninguna o muy pocas responsabilidades.

4. No tienen un proyecto de vida, o cambian cada dos horas

Hoy tienen en mente el negocio de su vida. Y para ello movilizan a un sinfín de gente. No obstante, a los pocos días pierden el interés y lo descartan. Al poco, piensan que lo mejor es tomarse un año sabático, pero luego se dan cuenta de que no tienen dinero con el cual sobrevivir, entonces lo piden a alguien bajo la promesa de que lo devolverán al poco. Cosa que no sucede nunca.
Sus proyectos de vida son como castillos de naipes, que se levantan y que se derrumban a cada golpe de viento, a cada súbito capricho que en ocasiones, esperan que los demás hagan por ellos.

5. Valores cambiantes y criterios morales y éticos muy variables

Hoy ven con buenos ojos la defensa de los animales, pero mañana piensan que es una pérdida de tiempo. Puede que debatan contigo cierta idea de moralidad, cierto valor, sin embargo, al cabo de los días ellos mismos lo contradicen porque en un momento dado les interesa más defender lo contrario.

Sus valores cambian porque tienen escaso arraigo con ellos mismos, carecen de autoconcepto y se guían más por la necesidad inmediata, por lo que más les convenga en cierto momento para obtener algún beneficio.
La madurez no llega precisamente con los años, sino con el aprendizaje interior que va haciendo la persona al cabo del tiempo. Es saber integrar conocimientos, es saber tener una voluntad clara donde se gestionen bien las emociones. Nadie adquiere una gran madurez leyéndose un libro, ni soplando la vela de su 40 cumpleaños. La madurez se trabaja, se integra, se equilibra, y ello, es una aventura que se perfecciona día a día.

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