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domingo, 20 de marzo de 2016

La Chica Que Buscó A Su Príncipe Azul Pero No Encontró El Azul Que Le Gustaba

Érase una vez… Hace muchas ganas y poca paciencia, una princesa llena de adrenalina que vivía en un caos. Su vida sentimental estaba rodeada de relaciones insatisfactorias, condena de sus altas expectativas y de su insaciable imaginación. Contentábase con relaciones efímeras, incompletas, banales y apresuradas por miedo al doloroso silencio de la soledad. Sin embargo, ella se sentía especial. Tan personalmente diferente; exclusiva, peculiar y única que sufría en su interior el irrefrenable deseo de que toda la magia que habitaba en su interior, saliera en busca del príncipe encantador y apuesto que la merecía.

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Era tan voraz su apetito que no había príncipe que la contentase, ni labios que la besaran a la altura de su exquisito y refinado paladar. Quería saborear escalofríos confitados en miel. Ansiaba desayunar susurros de cielo rebozados en harina del país de nunca jamás, tempura de carcajadas al limón y simpatía con guarnición de fantasía. Imaginaba un príncipe que tuviera el poder de cocinar un amor salteado en sinceridad, éxito de la pasión con intimidad caramelizada y una reducción de rayos de sol cubiertos por dulce chocolate de encantos. Suspiraba por unas tostas de felicidad cubiertas de humor espolvoreado, taquitos de celos garrapiñados y bolitas de cariño maceradas en paciencia; y de postre helado de sabor a confianza con barquillo de estabilidad, gracias.

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Andaba a la caza de un príncipe color azul

Un azul quiéreme mucho, azul comamos perdices, azul vivamos felices. Un tres en uno dificilísimo de encontrar, pero no imposible. Buscando entre las etiquetas de autenticidad a un príncipe que no destiña con los lavados, que no encoja ante las adversidades de la vida y que no se rompa por la rutina de la relación; encontraba aspirantes a medio hacer que ni de noche ni de día, ni misterio, ni acción, ni planos contrapicados que amparen la emoción del momento.

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Y es que no basta con que el príncipe sea azul

Azul es azul. Y a las princesas nos gusta la variedad en las gamas cromáticas. El azul se inventó para que los príncipes se diferencien entre ellos a través de azul encantador, azul viajero que se atreve con todo, azul artista de la pista, azul eres el jodido reto de mi vida.

 Y así en sus infinitas posibilidades las princesas podríamos aspirar a vivir el cuento que habíamos soñado sin tener que conformarnos con la mediocridad de las historias des-encantadoras protagonizadas por príncipes de azules corrientes, comunes, habituales, ordinarios, vulgares y archiconocidos a los que estamos ultra acostumbradas y que cualquiera puede pintar de nuevo si, tras un tiempo de desgaste, sufren un poco de decoloración; porque se venden en cualquier tienda de barrio.

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Esto es un llamamiento para príncipes azules sin azul definido

¿Estáis dispuestos a bañaros en Pantone azul palomitas de maíz y cine un viernes noche? ¿En Pantone azul picnic en el parque y siesta con mantita abrazados? ¿En azul cógeme de la mano que vienen curvas? Porque las princesas han venido a vivir una vida que tenga lugar en un cuento, que tenga algo de polvos mágicos. Añoramos a ese príncipe azul del azul que abre la puerta del coche, ese príncipe azul que dice ‘buenos días princesa, ya tienes el mundo a tus pies’. Y sabemos que está ahí, escondido en ese blindado corazoncito que os empeñáis (príncipes de muy muy lejano) en ocultar tras esa coraza de azul no necesito amor, azul solo estoy mejor y azul no quiero complicarme la vida.

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