Querido compañero de depresiones domingueras, esta reflexión va por ti:
Cuando se asoma la tristeza, es parecido a cuando cogemos el punto con el alcohol: notamos que algo se nos viene a la cabeza, y es el momento de decir “hasta aquí”. Lo que pasa es que a veces nos apetece seguir bebiendo, o tenemos ganas de continuar embriagándonos de tristeza por dentro y en lugar de ponernos una canción alegre para motivarnos, elegimos la playlist más melancólica para dejarnos envolver por recuerdos.
Ya hay expertos que han puesto un nombre a nuestro problema, “la depresión del domingo”. Es difícil de definir esa especie de tristeza difusa que coincide con las últimas horas del fin de semana. Conforme cae la tarde, cae también nuestro ánimo, y nos vamos sintiendo cada vez más apagados.
¿Pero qué tiene el domingo que lo vuelve el escenario perfecto de un acto íntimo entre nosotros y la melancolía? Algunos creen que en realidad lo que más nos deprime es el lunes, pero como sabemos que las obligaciones nos exigen estar en forma al día siguiente, escogemos el tiempo anterior en que sí podemos permitirnos ese triste lujo para expandir nuestras emociones más trágicas. Es decir, que si el lunes pudiéramos darnos ese tiempo y espacio para mirar viejas fotos o contemplar la lluvia por la ventana, seguramente el domingo sería tan divertido como cualquier viernes.
Una opción es utilizar esos trucos para convertir los domingos por la tarde en otro viernes más de la semana. Por ejemplo, podemos programar actividades con amigos, ir al cine, ir a un bar de música en directo, preparar una cena especial con la pareja, dedicar tiempo a esa afición que lleva tiempo abandonada… Está bien acostumbrarnos a asignar para las peores horas los mejores planes.
Pero ese vacío interior seguirá latiendo en el fondo de nosotros, solo habremos acallado con distracciones, así que más vale que nos tomemos algún día con calma para escuchar qué nos dice. Detrás de ese agujero existencial hay una oportunidad de la vida para cambiar, para crecer y no conformarnos.
La solución perfecta nunca será poner parches al domingo, sino que los lunes y todos los días de la semana nos ilusionen, porque hayamos sido capaces de crear una vida acorde con nuestra felicidad. Mientras tanto, siempre nos quedará lo que decía hace ya muchos siglos el escritor Terencio: “cuando no se puede lograr lo que se quiere, mejor cambiar de actitud”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario