Si algo puede caracterizar al ser humano, es su irracionalidad. Sí, has leído bien, somos seres irracionales en lo que respecta al amor. Ahí no hay lógica aplastante que usemos, y hasta la mente más brillante se ve envuelta en las triquiñuelas que este usa para confundirnos y atraparnos. Esto hace que nos volvamos cobardes, conformistas e incluso ingenuos, porque seguimos utilizando la misma excusa y patraña de siempre de “a nadie le gusta estar sólo” para no afrontar la cruda realidad. Si alguien no está para ti en esta vida, no lo estará por mucho que esperes, o eso dicen siempre las madres..
Nos pasamos la gran parte de la vida buscando el amor, en lugar de encontrarlo, que la diferencia es importante. Cuando lo buscamos, el listón ya está por debajo de lo que realmente merecemos, nos puede más la necesidad de encajar y hallar a una persona, a que sea la indicada. Sin embargo, cuando es el amor el que nos encuentra a nosotros, no hay baremo ni precondiciones que valgan, se planta delante de ti y te dices a ti mismo, si es ella, es mi persona.
Uno de los grandes problemas que existen en las relaciones, es no aceptar que no es lo suficientemente bueno para ti, quedarse estancado en la mediocridad. Y cuando llegas a ese punto debes decidir qué hacer, si continuar o dar puerta a lo que tienes. Cobardía. Aquí hace su aparición estelar. La inmensa mayoría de veces optamos por quedarnos como estamos, porque sí, porque no tiene nada malo, es estable y te da ese estatus amoroso que crees necesitar. Simplemente “está bien”. Cuando lo que deberíamos hacer, es huir de una relación que ya no va a dar más de sí, no te hace mejor, ni tan siquiera te hace crecer como persona. No te hace experimentar, explorar rincones del mundo, de la vida o de ti mismo. Cosas que quizás, sin ella, sí hicieses.
Pero claro, ¿cuándo sabemos que debemos dejar atrás una relación? ¿Cuánto tiempo debe pasar? ¿Cuáles deberían ser los motivos que te lleven a ello? Las preguntas que todos nos hacemos y que a duras penas sabemos contestar. Hay una costumbre no escrita, que dice que si no eres capaz de recibir o de dar un “te quiero” en seis meses, tu relación no lleva a ninguna parte, está acabada y la única solución que tienes, es la de decir adiós y siguiente. Y aunque es cierto aquello de dar un tiempo prudencial a las cosas hasta que fragüen, en el amor es bien distinto. Porque hablo de amor verdadero, del que no necesitas otra cosa en el mundo más que a esa persona. Que hace que tu estómago se siga encogiendo al verle. Que no tienes que plantearte si lo vuestro va hacia delante o no. Que los te quiero salen sin premeditación alguna. Que en los primeros meses, ya eres capaz de discernir si esa persona no es solo algo bueno para ti, sino lo mejor, rozando la excelencia amorosa.
Aunque el refranero popular diga, “mejor malo conocido, que bueno por conocer”, en toda regla debe haber excepciones, y el amor es una de ellas. Así que, mejor estar solos, libres y dispuestos a tropezar con alguien maravilloso, que pasar una vida entera con una persona que únicamente, está bien.
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