Quien bien te quiere no te hará llorar. No, no, y no. Podrá decirte cosas que no te gustan y, si a ti no te gusta que te digan cosas que no quieres oír, quizá alguna vez llores. Pero la norma del amor no es el llanto ni el dedo en la llaga. La norma del amor, en el término más amplio que permite esta palabra, es la confianza, la alegría, el inmenso regalo de sentirte acompañado.
Déjate de historias turbulentas o de amistades obsesivas. No molan. No son divertidas. No aportan nada. Y cuando terminan ―porque, créeme, siempre terminan―, no lo harán bien. Dejarán un regusto amargo; esa sensación helada de “¿y todo esto para qué?”.
Sin embargo, la luz de quien te quiere de verdad te hará brillar a ti. Te acompañará más allá del tiempo y la distancia. Tus alegrías serán sus alegrías y tus penas lo serán menos gracias a su consuelo. Quien bien te quiere te empujará hacia delante. Te dirá que puedes, claro que puedes; que eres fuerte, vaya si eres fuerte; que mereces lo bueno que te pueda pasar, porque anda que no lo mereces. Y porque te va a pasar.
Quien te quiere no buscará tus límites emocionales ni chantajeará tu cariño. Te conoce y te quiere. Te quiere de manera limpia. Y en las relaciones limpias no hay cabida para las pruebas de amor, sino para la vida compartida, para el aprendizaje conjunto. Quien bien te quiere te reforzará por dentro. Te mirará a los ojos y te dirá que vales muchísimo, que tu presencia es un regalo de la vida. Y será verdad.
Será verdad del modo que solo el cariño hondo y desinteresado puede ser verdad. Porque quien bien te quiere no necesitará hacerte llorar. Será sincero contigo, claro. Te dirá su opinión y su desacuerdo si existe. Pero no buscará herirte. No buscará tu punto débil. Nunca explotará tu debilidad. Insisto, NUNCA explotará tu debilidad. Nunca.
Tus dudas encontrarán aliento en su conversación. Tus días bajos quizá sigan siendo bajos, pero no serán solitarios. Y tus errores no serán un “ya te lo dije”, sino un “ya está, ya pasó. Así que tranquilo, que de todo se aprende”. Porque además es verdad: de todo se aprende.
Hay pocos lugares más reconfortantes que el abrazo de quien quiere bien. Aprovéchalo. Y llámalo, llámala. Escríbele. Dile que tu día es mejor porque has pensado en él, porque está ella. La vida, siendo corta, es lo más largo que tenemos. No dudes en querer bien y dejarte querer mejor. Porque lo mereces. Y porque no lo dudes, tú también tienes luz y también hay alguien a quien tú haces brillar.
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