Si eres curioso, probablemente conoces la sabiduría convencional sobre cómo saber cuando alguien está mintiendo. Primero miras a la persona a los ojos: ¿Te están mirando directamente o desvía la mirada?. Después analizas el tono de voz: ¿Están hablando más rápido que de costumbre? ¿Tropezando con sus palabras? ¿Presta mucha atención o está inquieto? Estas son algunas de las claves para detectar a esa persona que está ocultando cosas.
O puedes olvidarte de todos esos trucos y confiar en tu intuición, como Lila MacLellan explica, eso puede ser más preciso que cualquier signo externo. "Varios experimentos han demostrado que nuestros instintos intestinales parecen ser mejores que nuestra mente razonante para discernir a las personas mentirosas", escribió.
En un estudio de 2009, publicado en Journal of Experimental Psychology, investigadores pidieron a los participantes que miraran videos de los reclusos haciendo declaraciones de confesión y tenían que adivinar cuáles de las confesiones eran verdaderas. Algunos de los voluntarios prestaron toda la atención, mientras que otros completaron una tarea de memoria por separado mientras miraban; Los del segundo grupo, no podían usar sus recursos mentales, y sin embargo adivinaron más que los del primero, a quienes se les pidió que escribieran una explicación que explicara su razonamiento para cada elección.
Otro estudio, publicado en 2014 en la revista Psychological Science, tuvo un resultado similar: Los participantes que tuvieron que hacer juicios rápidos sobre la confiabilidad de una persona fueron más precisos que los que se tomaron su tiempo para pensar las cosas. "Estos resultados, proporcionan una fuerte evidencia de la idea de que aunque los humanos no pueden discriminar conscientemente a los mentirosos, tienen un sentido, en un nivel menos consciente, de cuando alguien está mintiendo". Explicaron los autores.
Como lo observa MacLelland, eso puede deberse a que la capacidad de saber cuando alguien miente es una ventaja evolutiva: "Los investigadores creen que los humanos aprendieron a inventar historias falsas poco después de que comenzamos a usar el lenguaje", escribió; desde entonces, nuestro éxito e incluso la supervivencia han dependido en gran medida de si o no podíamos reconocer esas historias como falsas.
En conclusión, a la próxima presta atención a tu primera impresión, porque en realidad algo en ti ya sabe la respuesta.
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