Nos hemos acostumbrado a generalizar en todos los aspectos de nuestras vidas y evidentemente los temas asociados al amor y a los géneros no se escapan de esta realidad.
La mujer tiene la fama de ir por la vida buscando al príncipe azul, buscando encontrar a esa persona especial que pueda transitar con ella sus caminos, alguien que llene sus espacios, la proteja y por sobre todas las cosas sea fuente de amor, comprensión y amistad.
Mientras que los hombres se caracterizan por plantearse sus metas en torno al sexo, sin importar la parte afectiva y sin intenciones de inmiscuirla en asuntos de piel, los hombres están etiquetados por ser coleccionistas de anécdotas sexuales. Mientras más mejor, quizás mientras más corta sea la relación, más posibilidades piensan tener para tachar a unas cuantas en sus listas. Se dice que los hombres no piensan con su cabeza, sino con sus órganos genitales.
La infidelidad y la promiscuidad se trata de manera diferente dependiendo si es un hombre o una mujer quien la toma como práctica, siendo condescendientes ante los hechos con los hombres que por “su condición” no pueden controlar sus instintos y se ajustan a clichés como: “la carne es débil”.
Ciertamente hay una inclinación a este tipo de búsquedas en ambos géneros, sin embargo, hay factores que se deben considerar al momento de generalizar.
Las mujeres no siempre están en la búsqueda de su príncipe azul, muchas de ellas quieren disfrutar de sus vidas sin el nexo del amor, que generalmente lleva consigo el compromiso y junto a él, la pérdida de libertades. Algunas deciden postergar el amor a siguientes etapas en sus vidas, dándole al momento presente la posibilidad de fluir sin mayores expectativas, presiones y proyectos a largo plazo.
En cuanto a los hombres, desde el más noble hasta el más rudo, pueden tener como prioridad en su vida, encontrar “la que es”, y dedicarse en pleno a fomentar y alimentar una relación que desea se establezca durante toda la vida. No todos los hombres son infieles, no todos los hombres buscan solo sexo, el hombre tiene la capacidad de enamorarse, de respetar sus compromisos, de asumirlos sin pesar, no porque se sientan obligados, sino porque se sienten cómodos con ellos y sus decisiones.
En resumidas cuentas cada persona en el mundo es única, particular, con creencias, pretensiones, influencias y proyectos de vida, independientemente de su género. En nada nos ayuda tener una idea preconcebida de alguien, porque ni siquiera podemos asegurar que aun cuando esa persona se ha desenvuelto de una forma en particular a lo largo de lo que conocemos, esto signifique que sus intereses no puedan cambiar.
Todos estamos viviendo una experiencia de vida, tenemos la libertar de preferir, de cambiar, de buscar, de adaptarnos, de probar, dependiendo de lo que se ajuste más a lo que queremos y en ningún momento debemos ser etiquetados y menos juzgados, si lo que hacemos no nos lastima a nosotros o a cualquier otra persona involucrada.
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