Las dietas son uno de esos grandes misterios de la naturaleza humana. Todos sabemos cómo perder peso: comer menos y moverse más. Y, sin embargo, en vez de hacer eso nos encomendamos a la vía rápida: las dietas milagro y las píldoras milagrosas. Ahora, una nueva técnica para adelgazar está llevando el dicho “para lucir hay que sufrir” a su extremo más doloroso.
Un cirujano plástico de California, Nikolas Chugay, inventó en 2009 lo que bien podría calificarse como el método de pérdida de peso más extraño y peligroso. Por alrededor de 2.000 euros, el cirujano grapa o cose en la parte superior de la lengua las llamadas ‘mallas adelgazantes’ o, como él las llama en su web, ‘parches milagro’. No tarda ni diez minutos.
Una pesadilla para tu boca
El parche hace que comer un sólido se convierta en una pesadilla para tu boca. Cuando se mastica un alimento, se desplaza y tira del músculo causando un dolor insoportable. El paciente lo deja ahí alrededor de un mes -suele ser menos, pues pocos lo aguantan- y subsiste gracias a un batido proteico de 800 calorías proporcionado -cómo no- por el propio Chugay. Aquellos que consiguen tolerar la experiencia pierden de media unos nueve kilos en el mes.
El cirujano es el único que lo hace en EEUU, pero, según la revista ‘Time‘, ha exportado la operación a países de Latinoamérica, donde se está volviendo aún más popular. Chugay asegura en su web haber hecho este procedimiento más de 150 veces, pero la doctora Ana María Parra, de Venezuela, dice haber tratado a 900 personas en dos años.
“No tengo la fuerza de voluntad para hacer una dieta, así esta es la única manera que tengo para perder peso”, dice Yomaira Jaspe con el parche en la boca. “Al principio ni siquiera puedes mover tu lengua por el dolor. He intentado comer alimentos sólidos, pero es imposible”, dice. “Es una buena solución, no la veo extrema”, añade su madre. “Te enseña a comer de manera diferente y demuestra que hay alternativas”.
Sin las garantías médicas
Efectivamente, los pacientes pierden peso, pero, como confiesa a ‘The New York Post‘ Paul Chugay, que también forma parte del negocio familiar, el método no es ni mucho menos infalible ni ha sido avalado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, en inglés). “De vez en cuando los pacientes recaen y comen un Bic Mac o unas patatas fritas usando los lados de la boca”, se justifica.
A uno de cada diez pacientes se les soltarán los puntos en algún momento del mes o incluso tendrán dificultades para hablar, según confesaron los Chugays en un artículo del ‘American Journal of Cosmetic Surgery’. Aun con estas claras desventajas, sigue siendo un procedimiento menos invasivo y propenso a desarrollar complicaciones que otras cirugías como el bypass gástrico o el grapado de estómago.
Erica Renteria protagoniza una de esas historias que a la familia Chugay le gusta contar en sus entrevistas. Hablan de ella como la prueba de que su método, aunque poco ortodoxo, funciona: de los 90 a los 68 kilos en solo un mes. “Aumentó mi autoestima y me empujó a lograr mis metas”, asegura ella.
Cuando el ‘Post’ preguntó por más casos estrella, los Chugay tan solo nombraron el caso de Erica, ya sea para mantener su confidencialidad u otras razones. Sin embargo, Erica no es que digamos una fuente objetiva, pues trabaja para ellos como administrativa. “El tratamiento me hizo ser una persona feliz y ahora puedo usar un vestido bonito”, afirma. ABC News dio con otro paciente, Lanuza, que perdió 10 kilos, pero aseguró que “nunca volvería a pasar por algo así”: “Realmente es una manera muy extrema de perder peso”.
Chugay garantiza que él mismo se sometería a su procedimiento si necesitase perder peso. Cuando le preguntan por sus familiares, responde: “Bueno, de momento no han habido voluntarios”.
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