Las irresponsables decisiones de Bruselas en materia migratoria -impuestas tanto a Italia como al resto de países de la UE- han provocado un cisma sin precedentes en la sociedad italiana.
Los italianos comienzan a cansarse de la inmigración. El país transalpino, por su cercanía con las costas del norte de África, ha sido tradicionalmente receptor de miles de recién llegados, pero en los últimos tiempos algo ha cambiado.
La crisis de refugiados y las irresponsables decisiones tomadas desde Bruselas podrían parecer el inicio de la situación, pero hay que remontarse tiempo atrás, al comienzo de las Primaveras Árabes, para entender el estado actual.
Estos procesos revolucionarios –alentados y financiados desde Occidente– que terminaron con algunos de los regímenes autoritarios vigentes en Libia, Egipto o Túnez no tuvieron las consecuencias esperadas y la democracia llegó, cuando lo hizo, en condiciones muy deficientes. El ejemplo más evidente es la Libia tras Gadafi, con dos parlamentos simultáneos que no cuentan con las competencias necesarias para gobernar un país que ha quedado en manos de las mafias y los señores de la guerra.
La ausencia de gobiernos estables hace imposible negociar un acuerdo migratorio y las hampas se aprovechan de ello. Los miembros de las bandas se valen de la laxitud de las autoridades libias y parten en pequeñas lanchas neumáticas hacia aguas internacionales con miles de indocumentados.
Cuando apenas han recorrido unos kilómetros, los abandonan a su suerte sin gasolina ni provisiones convirtiendo el Mediterráneo en un cementerio, pues el Frontex cuenta con medios limitados para hacer frente a esta situación.
Los inmigrantes que son rescatados son trasladados a Europa, donde los países costeros no cuentan con recursos suficientes para atenderlos, y muchos de ellos se escapan de los centros de acogida para viajar al norte.
El choque cultural, al igual que ocurre en la ruta de los Balcanes, es demasiado evidente y los incidentes se repiten. Agresiones, robos y violaciones son una constante en las pequeñas ciudades del sur de Italia.
Rechazo a la inmigración
Hace apenas seis años el 71% de los ciudadanos era partidario de conceder la nacionalidad a los hijos de inmigrantes nacidos en Italia. Hoy ese porcentaje es completamente diferente: la mayoría, el 54%, se opone -según el último sondeo publicado por Ipsos-.
El debate en el Parlamento es intenso -se está intentando tramitar la ley para estos casos- y son muchos los que identifican este cambio de parecer con la ausencia de seguridad.
El propio presidente de Ipsos, Nando Pagnocelli, aseguró que “los riesgos de seguridad, no sólo por lo que se refiere a episodios de microcriminalidad (atracos a las personas, robos en los apartamentos, pequeños traficantes de droga, etc), sino también por la posible presencia de terroristas“, generan rechazo entre los ciudadanos.
La ley ‘ius soli’, que prevé conceder la nacionalidad a todos los hijos de extranjeros que nazcan en Italia, parte de un texto que ya fue aprobado por la Cámara de los diputados en el año 2015 con el apoyo del centro-izquierda y la firme oposición de Forza Italia de Berlusconi, Liga Norte, Hermanos de Italia, y la abstención del Movimiento 5 Estrellas (M5E).
Para este año se espera la llegada de unos 200.000 inmigrantes a Italia, una cifra récord. De aprobarse la ley, los potenciales nuevos ciudadanos italianos serían 600.000 -hijos de inmigrantes nacidos en Italia desde el 1998 hasta hoy y cuyos padres residen en este país desde hace al menos cinco años-. A estos se podrían sumar otros 178.000 por el ‘ius cultural’.
Sólo 2,6% de refugiados
En 2016 sólo el 2,65% de los inmigrantes que llegaron a Italia eran refugiados. El resto, que no consiguió el estatus, permaneció en el país europeo de manera ilegal.
Según ha publicado ACNUR, un total de 181.436 inmigrantes cruzaron el Mediterráneo hasta Italia en 2016, batiendo todos los récords de la historia reciente. Esta cifra no incluye a aquellos que lograron acceder al país sin ser detectados. Tal y como publica Breitbart, el recuento se ha hecho en base a los registros efectuados por las autoridades y ONG italianas.
Del total, sólo 4.808 han obtenido asilo en el país (un 2,65%). La estadística ha revelado que la mitad de los inmigrantes que ha llegado a Italia (90.334) ni siquiera solicitó la condición de refugiado, desapareciendo del radar de las autoridades y distribuyéndose a lo largo y ancho del país.
El resto (91.902) solicitó asilo y el 60% de los mismos ha visto cómo sus peticiones fueron rechazadas. Otro 21% (18.879) obtuvo ‘protección humanitaria’ y el 14% (12.873) consiguió ‘protección subsidiaria’.
Agresiones en Termini
Al igual que ocurre en París, muchos de los recién llegados se han arremolinado en torno a las principales estaciones de tren del país. Francesca Parisella, reportera del programa Matrix de la televisión italiana, fue atacada por un grupo de refugiados mientras se encontraba haciendo un directo en la romana estación de Termini.
La periodista, que explicaba las condiciones en las que se ven obligados a vivir los inmigrantes, explicaba a los telespectadores que su deseo era “llegar a Milán y de ahí al norte de Europa”.
En un momento dado, la reportera y el equipo fueron agredidos por varios refugiados, mientras Nicola Porro, conductor del programa, le preguntaba en repetidas ocasiones qué estaba ocurriendo.
“Nos han atacado, Nicola”, decía la joven que gritaba a uno de los agresores: “¿Qué es lo que quieres? ¡Estás loco!“. Finalmente, Parisella y el resto del equipo lograron salir de la estación y, ya en la zona reservada a los taxis, confirmaron que se encontraban en buen estado.
Nulo registro de refugiados
Hace unas semanas la canciller alemana, Angela Merkel, admitía “errores masivos” en la tramitación de solicitudes de asilo. De hecho, el Gobierno alemán ha activado un protocolo para la revisión de estos casos y se retirará el estatus a cientos de personas.
En 2016 tres terroristas fueron detenidos en Italia y todos ellos contaban con la condición de refugiados y con el permiso comunitario para moverse por toda Europa sin restricciones.
Estos tres hombres habían obtenido el certificado de refugiados en el país, por lo que podían cruzar las fronteras del espacio Schengen sin restricciones y estaban listos para moverse por todo el continente. Las autoridades reconocieron que uno de los terroristas había estado en Londres durante el mes de diciembre estudiando objetivos potencialmente alcanzables.
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