Los escándalos de abusos sexuales que sacudieron a Hollywood en 2017 dieron paso a un movimiento en contra del acoso: #MeToo («Yo también», en español). Muchas mujeres, incluidas las celebridades, se rebelaron en contra del sistema que las mantenía en silencio por miedo a las represalias que podían venir si denunciaban a un hombre poderoso y todo el mundo lo celebró.
Bueno, no todos. La alfombra roja de los Golden Globes se convirtió en un mar de trajes negros y carteles que leían «Time's up» («se acabó el tiempo», en español), pero del otro lado del mundo la historia es muy distinta. En Francia, la actriz Catherine Deneuve (protagonista de películas clásicas como Belle de Jour y Repulsión, entre otros) junto a cien artistas e intelectuales más publicaron una carta denunciando el movimiento porque, según ellas, se basa en un «odio hacia los hombres».
«Los hombres deben ser libres para coquetear»
«La violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista», explican las autoras de esta carta controversial. «Desde el caso Weinstein se ha producido una toma de conciencia sobre la violencia sexual ejercida contra las mujeres, especialmente en el marco profesional, donde ciertos hombres abusan de su poder. Eso era necesario. Pero esta liberación de la palabra se transforma en lo contrario: se nos ordena hablar como es debido y callarnos lo que moleste, y quienes se niegan a plegarse ante esas órdenes son vistas como traidoras y cómplices».
En la carta, las autoras admiten que denunciar los abusos de poder está bien, pero la popularidad del movimiento está transformándose en una inquisición y creando un ambiente injusto para los hombres que, si son acusados, no tienen la posibilidad de defenderse ni de un juicio justo.
«[Los hombres] son castigados en sus trabajos, obligados a renunciar, etc., cuando su único crimen fue tocar una rodilla, robar un beso, hablar de cosas íntimas durante una cena profesional o enviar mensajes sexuales a una mujer que no se siente atraída hacia ellos».
Por otra parte, en la carta se lee:
«Lo que comenzó como una manera de liberar a las mujeres para que hablaran se ha convertido en lo opuesto — intimidamos a las personas para que hablen de forma "correcta", censuramos a aquellos que no piensan igual, y las mujeres que se rehúsan a inclinarse [a las nuevas realidades] son consideradas cómplices y traidoras».
Según ellas, los hombres deberían tener la «libertad indispensable para ofender y molestar a las mujeres».
Las críticas no se hicieron esperar. La asociación feminista Osez le féminisme publicó un comunicado en las redes sociales en el que escriben que la carta es «indignante. A contracorriente de la toma de conciencia actual, algunas mujeres defienden la impunidad de los agresores y atacan a las feministas».
¿Puritanismo del siglo XXI?
En la carta también acusan a este movimiento de crear una cultura de «corrección política» extrema, algo que ellas perciben como el retorno a una «moral victoriana», por la que todo lo que ofenda las sensibilidades de los demás es censurado. Toman como ejemplo un desnudo de Egon Schiele que fue censurado en Londres y una retrospectiva de Roman Polanski (el director que fue condenado por la violación de una menor) en París.
«El filósofo Ruwen Ogien defendió la libertad de ofender como algo indispensable para la creación artística», explican. Temen que #MeToo, que ha acabado con las carreras de hombres como Kevin Spacey y Harvey Weinstein, entre otros, repercuta de manera negativa en la producción cultural y que la sociedad retroceda hacia el puritanismo y al final de la libertad sexual.
Sin embargo, provocar con el arte no causa el mismo daño que acosar sexualmente de forma directa a una persona...
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