Una joven española salvó, por casualidad, la vida de un hombre que sufrió un infarto. Ahora su caso se ha convertido en un ejemplo: el mundo podría ser muy distinto si la solidaridad siempre prevaleciera sobre la indiferencia.
Un martes de enero, Celia González Ruiz se quedó dormida y no llegó al tren que toma todas las mañanas para ir desde Fuengirola, donde vive, hasta Málaga, donde estudia Laboratorio Clínico y Biomédico desde hace más de un año. Apresurada, se subió en el tren de las nueve.
Como cada mañana, la máquina se detuvo en la estación de Torreblanca. Pero esta vez, algo iba mal. Por la megafonía se escuchó un mensaje en el que se pedía, si había algún profesional sanitario a bordo del tren, que se asomara al andén.
"Me bajé por curiosidad, para ver qué había pasado", cuenta Celia. Fue entonces cuando vio una imagen que asegura que nunca se le borrará de la memoria: "Había un hombre tumbado en el suelo mientras una chica le levantaba las piernas. Estaba sangrando por la cabeza, se había hecho una herida al caer al suelo desplomado por el infarto. Tenía los labios morados y los ojos en blanco, abiertos, muy abiertos. Tampoco pestañeaba".
Usando los conocimientos sobre salud que tenía, y con mucha valentía, Celia ayudó al hombre, un británico de 83 años que aguardaba solo junto a sus maletas la llegada del tren. "Estaba en parada cardiorrespiratoria, así que empecé a aplicarle la RCP", explica Celia. Desde hace poco más de un año ella es voluntaria en Cruz Roja. Ahí fue donde aprendió a hacer la reanimación cardiopulmonar (RCP).
Salvó una vida
Una vez que llegó la ambulancia, Celia ayudó a los sanitarios a asistir al británico, hasta que consiguieron estabilizarlo y trasladarlo hasta el Hospital Costa del Sol, donde se encuentra ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos, según fuentes sanitarias.
La joven destaca la amabilidad de los miembros del equipo de emergencias. "Me preguntaron si llamaban a alguien para que me recogiera y les di el teléfono de mi padre. Fue al escuchar al médico decirle que le había salvado la vida a un hombre cuando fui consciente de lo que había pasado. Entonces me derrumbé y empecé a llorar", señala Celia.
Celia puso la vida de ese hombre que no conocía por delante de sus responsabilidades. Si hubiera seguido, apurada, su camino a la universidad, quizás ese hombre no hubiera podido contar la historia. ¡Un ejemplo que merece reconocimiento!
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