Que nos pregunten ‘qué quieres ser de mayor’ y respondamos con una profesión dice mucho acerca de en qué nos hemos convertido. No se trata de una pregunta sobreentendida, sino de una sutil creencia de que somos lo que producimos.
Los títulos están muy bien y en ocasiones son imprescindibles, pero lo que realmente marca la diferencia es tu forma de ser. Viajar, leer, escuchar, visitar centros culturales, conciertos, abrirse al amor, compartir con los amigos o ayudar a los demás es mucho más enriquecedor que cualquier diploma y, sin embargo, menos tenido en cuenta. Hay quien puede pensar que todo eso no es prioridad si buscas un trabajo –pues no se pone en el currículum-, pero la cara y los ojos no engañan: a las grandes personas todo el mundo las quiere cerca, ya sea en un trabajo o en un bar.
El desarrollo profesional es solo una rama del desarrollo personal, una matrioska pequeña dentro de una matrioska grande. Limitar el aprendizaje a las capacidades o habilidades laborales y olvidarse de ensanchar como seres humanos es volar demasiado bajo, algo así como aprender todo lo posible sobre barcos, pero nada sobre el mar: un marinero en tierra. Insuficiente.
“¿Cuánto tiempo dedicas a obtener títulos? ¿Cuánto dedicas a ser mejor persona?”.
Se habla de unas nuevas generaciones sobrecualificadas, pero yo sigo viendo gente que no dice buenos días al llegar a la oficina o que no te ayuda porque a él no le pagan por eso. Somos una sociedad muy preparada si se entiende que somos máquinas de producir, pero somos humanos, ¡joder!, y ahí no estamos tan preparados.
Todo lo que pongas en tu CV lo podrán poner muchos otros. Siempre habrá, incluso, quien pueda añadir más idiomas que tú, más experiencia que tú y más referencias que tú. ¿Por qué iban a elegirte a ti? Si quieres destacar de verdad, trabaja en ser una persona maravillosa que todo el mundo quiera en su equipo, aunque luego no seas tan bueno haciendo algo. La gente alegre, humilde, proactiva y optimista aprende rápido.
Creo que la tendencia que, ya no el mercado en particular, sino el mundo en general reclama, no es a la especialización productiva, sino al pleno desarrollo de las potencialidades humanas. Dicho de otra forma: el futuro es ser una persona cojonuda. Un mundo cada vez más inteligente no obvia que la máxima expresión de la inteligencia es la bondad y la humanidad.
Hoy en día, el mayor elemento diferenciador no es que seas capaz de producir mucho y bien. Eso muchos pueden hacerlo. El elemento diferenciador es que seas una persona íntegra y noble, pues a eso pocos están dispuestos.
¿Cuánto tiempo dedicas a obtener títulos? ¿Cuánto dedicas a ser mejor persona?
El blanco no es solo un color. Es también ese espacio que queda cuando le preguntas a alguien: “y después del máster, ¿qué vas a hacer?”.
El primer motivo de sacarse más títulos no es siempre estar más cualificado, es rellenar el tiempo hasta que algo aparezca. El que de verdad quiere ser bueno en algo pasa horas en la biblioteca, comprando libros en Amazon, yendo a conferencias o seminarios y rodeándose de gente lúcida. Es lo que cada uno hace al salir de clase lo que mide quién espera a que le encuentren y quién sale a la búsqueda; quién espera ser el escogido y quién decide ser el que escoge.
En un mundo de consumismo, el momento favorito son las rebajas: conseguir lo máximo con lo mínimo. Llevamos un estilo de vida en demanda. Es decir, nos ponen los requisitos y tratamos de responder ante ellos. No damos lo que podemos, damos lo que nos piden. Así funciona el sistema de CV. Hay que dar siempre más de lo que te piden. Por eso la gloria no se la llevan los que dicen “a ver si llego”, sino los que dicen “a ver hasta dónde puedo llegar”.
Hay una ley entre los atletas que dice que si quieres saltar 2 metros, tienes que imaginar que el listón a 2,10, o que si quieres correr más rápido los 100 metros debes hacerlo como si la meta estuviera 5 metros más adelante. Lo mismo ocurre con los karatecas que rompen ladrillos, deben poner el foco del golpe más abajo del último bloque para romperlos todos. Es pasarse para llegar o, como titula Fernández Pujals en su último libro, apunta a las estrellas y llegarás a la luna.
“A las grandes personas todo el mundo las quiere en su equipo.”.
No soy muy dado a contar historias mías en esta web porque creo que lo más importante es el mensaje y lo que cada uno extraiga y no el autor. Pero como creo que esta anécdota puede inspirar, la voy a contar a pesar de mí.
Hace tres años, antes de dejarlo todo para dedicarme a mi verdadera pasión, yo estaba trabajando en una buena agencia de comunicación y publicidad. Cuando hablé con los “jefes”, me ofrecieron mejoras cualitativas y cuantitativas si seguía. Hablando con una de mis compañeras, “jefa” también, y una de las personas más extraordinarias que he conocido, le dije: “No entiendo cómo podéis querer que me quede. Yo no puedo dar el cien por cien en algo que no amo. Me sorprende que no me hayáis echado antes –bromeé –”. “¿Sabes por qué? –me dijo–. Porque nos haces sonreír cada mañana”.
Quizás pienses que ser una gran persona no vale la pena. Si tu argumento es “a mi no me pagan por ser una gran persona, me pagan por producir”, definitivamente eres un robot. Si lo único que te interesa es ganar dinero, tú no eres un hombre, tú eres una tarjeta de crédito. Y si eres emprendedor y trabajas para ti, debes saber que hoy la calidad no importa tanto como el carisma, el liderazgo o la confianza.
Y quizás pienses también que solo triunfan los egoístas o los cabrones, que hace falta ser un león y que este mundo es una selva. Todo depende de lo que entiendas por triunfar. Si para ti triunfar es tener dinero, coches, chicas o chicos, casas, y que hablen de ti en la tele, o si para ti triunfar es ser una persona extraordinaria de los pies a la cabeza.
Así que, ya sea tu profesión o tu sueño pensar, tocar el piano, bailar o jugar al fútbol, deja de trabajar para ser bueno de cabeza, manos, cadera o pies y empieza a trabajar para ser bueno de corazón, porque aunque parezca que no produce nada, es de donde parte la sangre que riega todo lo demás.
Invierte en desarrollo personal. Lee mucho, viaja, trabaja tus defectos, rodéate de ambientes interesantes, elimina la basura de tu vida, trabaja la humildad y el amor, escucha, enfádate con la pereza, suda, curioséalo todo… No pienses tanto en los títulos y conviértete en una persona de calidad, porque a las grandes personas todo el mundo las quiere en su equipo.
Tu mejor CV es tu personalidad.