En la carrera de los defectos personales, la necedad debe estar entre los primeros puestos. Sí, esa actitud inflexible que destaca más por lo irracional que por lo intransigente, donde esa persona que es “necia” no tiene más argumentos que “porque me da la gana”.
El necio es torpe, testarudo, cae mal y para quienes le rodean no es más que un enfermo mental. Nada lo razona, todo lo escupe, lo grita, lo impone y para él –o ella– no existe tal cosa como “ganarse”, sino más bien “imponerse”. El necio no justifica sus acciones, no tiene porqués, solo se deja guiar por los impulsos del momento, por corazonadas que confunde con “intuición”, pero que realmente son estupidez en carne viva. El necio no acepta, y si no eres capaz de aceptar, entonces estás condenado a fracasar.
Las personas huyen con facilidad de las responsabilidades y prefieren dejar en manos de otros la toma de decisiones, porque la angustia sobre si acertarán o fallarán tiene un peso muy grande para su mediocre entereza individual. Dejar que otros tomen decisiones por ti, ocultar la verdad o decir mentiras son solo algunas de las consecuencias de ser un verdadero irresponsable. Y en este mundo los irresponsables pueden tener suerte algunas veces, pero jamás tendrán éxito.
Porque el éxito es para los de alma grande, no para los pusilánimes; para los que entienden que asumiendo responsabilidades y aceptando errores se triunfa en este paraíso de experiencias que es la vida. Nadie que acostumbre a evadir, a negar, a mentir, podrá competir jamás con esos que corren riesgos, que se aventuran aun cuando pierden; porque tienen las pelotas para pararse de nuevo, para empezar como si nada, para seguir siendo ellos por encima de todas esas señales de culpa y reproche. ¿Podrá un necio con eso? Jamás.
Si no eres capaz de aceptar, entonces estás condenado a fracasar, porque tu regla es: yo no aprendo, yo solo creo que me las sé todas. Pero cada cosa que el necio dice, hace y cada paso que da no tiene ningún sentido, ninguna lógica, solo una estúpida ocurrencia.
¿Conoces algún necio? Seguro que sí. El problema es que a veces no nos atrevemos a decírselo a la cara, con lo cual irremisiblemente estamos aprobando su actitud. ¿Eres tú? Cambia rápido; el primer paso es aceptarlo antes de que sea demasiado tarde.
El consejo es sencillo: acepta, antes de que lo pierdas todo.
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