Locos, pero totalmente. Locos hasta el punto de no distinguir lo que es real de lo que no. Imaginad por un momento que todos somos esclavos de un sistema a lo Matrix, que todo lo que hacemos lo hacemos porque alguien nos ha programado para que lo hagamos sin darnos cuenta de que no somos dueños de nuestra voluntad. Imaginad que el mundo no es lo que creemos que es, que solo vemos y creemos lo que nos han puesto delante de los ojos.
Imaginad que ese mismo sistema nos ha dicho lo que está bien y lo que está mal; lo que es posible y lo que es imposible; lo que nos debe importar y lo que no; lo que debemos amar y lo que debemos odiar; lo que debemos creer y lo que debemos negar. Y también imaginad que nos ha implantado en el cerebro la idea de que todo el que no cumple las pautas es el loco, de manera que nosotros mismos nos encargamos de vigilar que el equilibrio se mantenga.
Imaginad que no somos libres, que vivimos dentro de un sistema que nos dice cuándo y cuánto hay que estudiar, cuándo y cuánto hay que trabajar, que nos pone las normas a seguir para ser personas aceptables y no ser apartadas. Un sistema perfectamente pensado para que nadie se dé cuenta de que está enganchado a él: que nos da libertad pero nos dice cómo tenemos que usarla; que nos ofrece emociones tan irracionales como el amor, pero nos ha enseñado que debemos vivirlas de manera controlada; que nos dice que disfrutar es lo más importante, pero no nos deja tiempo para hacerlo porque nos hace creer que tenemos todo el tiempo del mundo; que crea naturalmente la sensación de que tomamos decisiones, pero con la misma naturalidad nos dio todas las respuesta incluso antes de hacernos las preguntas.
Imaginad que el sistema está en todas partes, que controla todo lo que hacemos y todo lo que somos. Que está en la televisión, en la radio, en los periódicos, en las escuelas, en Internet. Imaginad que incluso lo llevamos en nuestro smartphone. Un sistema que desde pequeños nos ha estado bombardeando durante varias horas al día, todos los días del año, desde el primer momento en el que tuvimos conciencia, programándonos para ser humanos en serie. Humanos demasiado ocupados con las tareas asignadas como para preguntarse si realmente existe un sistema.
Ahora dejad de imaginar, y empezad a pensar.
¿Y si estuviéramos todos locos?
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