o todas las personas con éxito han tenido vidas logradas. Por desgracia para ellos.
No todas las personas con vidas logradas han sido exitosas. Por desgracia para nosotros.
Luis Huete.
Ya sé que lo sabemos. Que lo sabemos pero que no lo sabemos. Por eso, quiero recordarlo: el éxito no se mide en status, posesiones o reconocimiento, sino en esfuerzo, valentía y corazón. Sí, sí, ya sé que lo sabemos, pero si te digo que pienses en una persona de éxito, ¿en qué piensas? ¿En una persona sonriente y de ojos brillantes rodeada de amigos o en alguien de traje, corbata, cochazo y buena reputación? Que sí, que sí, que ya sé que lo sabemos, pero ¿cuánto de tu tiempo y dinero inviertes en ropa, coche, tecnología… y cuánto en mejorar como persona? Lo sabemos, pero no lo sabemos.
Así somos, capaces de llorar y gritar de emoción cuando vemos a nuestro ídolo meter un gol al máximo rival e incapaces de dar las gracias a una madre o un amigo que nos ama con devoción. Somos capaces de entregar muchas horas de nuestro tiempo a programas basura de marujas y pocos minutos a aquel colega con el que tantos buenos momentos disfrutamos ¿Y si estamos aplaudiendo a las personas equivocadas? ¿Y si estamos dando las mejores ovaciones a quienes no merecen tanto y guardamos silencio con las más bellas personas?
Todos sabemos que “no es lo que tengo, es lo que soy”, pero veneramos a aquellos que más tienen y no tanto son. Todos sabemos que vale más disfrutar que poseer, pero están más llenas las aulas de empresariales que las de bellas artes. ¿Cómo es posible que haya más gente que quiera dedicarse a hacer negocios sobre lo que sea que gente que quiera bailar, cantar, pintar, escribir..? La excusa de “es que hay que comer” ya no vale. No se busca la seguridad, se busca la aprobación y el respeto de los demás. Nuestros actos revelan nuestros valores, y creo que estamos bailando en torno a la hoguera equivocada.
“Las grandes gestas se construyen con pequeños gestos.”.
No somos seres aislados. Ya lo decíamos en otro artículo: el ser humano es un animal de abrazos. Necesitamos reconocimiento y valoración, por ello es a veces doloroso ver cómo los premios se se los llevan algunos afamados y no estar en la entrega. Quizás lo mejor sea apagar la TV, pasar de ese juego absurdo, marcarnos cotas más altas y empezar a medirnos en términos humanísticos en lugar de hacerlo en términos mercantiles. El siguiente reto que debe marcarse la humanidad debe ir encaminado a un mayor desarrollo de las capacidades personales, creativas y a una mayor contribución a la sociedad. Mirar por los propios logros se nos queda ya pequeño. El mercado nunca te va a decir lo que vale la pena de verdad. “Confunde el necio valor y precio”, decía Machado.
No es el laurel el que convierte un hecho en hazaña, sino el lento martilleo de la lucha contra los propios límites. Las grandes gestas se construyen con pequeños gestos.
El éxito es el desarrollo pleno de las capacidades internas, lo demás, externo, solo aspira a ser resultado. Haz lo que tengas que hacer y allá lo demás.
Ni las medallas, ni el mercado, ni los halagos crean la victoria… y ni mucho menos la derrota. Ganamos o perdemos dentro de nosotros. Si cuando no consigues lo que te proponías te dejas comer por la tristeza, te culpas y no vuelves a intentarlo cuando aún puedes hacer más, tú mismo estás consintiendo la derrota. La derrota no actúa en solitario, necesita un cómplice y ese eres tú. Si, por el contrario, a pesar de tu dolor eres capaz de reponerte, hacer del fracaso aprendizaje, volver a lanzarte con alegría y vencer a esas voces que te piden que abandones, estarás logrando el triunfo más auténtico que se pueda lograr.
“‘Llegar lejos’ no es ser famoso, adinerado. Es ser por la noche mejor de lo que eras por la mañana”.
La gente que triunfa sabe que ‘llegar lejos’ no es ser famoso, adinerado, o quedar el primero, sino ser por la noche mejor de lo que eras por la mañana. Sabe que buscar el éxito a cualquier precio es un error si en el camino dejas de ser fiel a ti mismo y pierdes el corazón. “¿De qué te sirve ganar la guerra si en el camino pierdes el alma?”, dice un antiguo proverbio. Sabe que no necesita el reconocimiento para saber qué es lo correcto y que vale más la pena una noble acción silenciosa que una vulgar aplaudida.
La gente que triunfa sabe escribirse a sí misma en momentos de dificultad. Cuando todo sopla a favor es fácil ser uno mismo, pero es en la adversidad cuando aparece el hombre. Sabe imponerse a su pasado, a sus miedos y a la opinión de los demás para salir a la caza de sus sueños, porque sabe que un triunfador no está obligado a conseguir, sino a perseguir. El triunfador triunfa a pesar de sí mismo.
Disfrutemos de los resultados de nuestro equipo, perdamos la voz con nuestro cantante favorito, celebremos los logros de quien lo merece, pero no olvidemos nunca lo que de verdad importa y lo que realmente tiene valor, porque quizás tengamos a un triunfador a nuestro lado y no le estamos dando el abrazo que merece por estar mirando al lugar equivocado.
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