No sé quién me da más miedo, la gente que no es capaz de decir “te quiero” o la gente que los regala como si fueran caramelos de la caja de ahorros.
De las parejas que se enamoran en media hora, tienen una relación en Facebook en dos días y te petan el muro con lo mucho que se aman cuando llevan media semana juntos, pues tampoco creo que haya mucho que decir. Quien más, quien menos, todos nos hemos emocionado con alguien más rápido de la cuenta alguna vez, aunque, por suerte, no todos hemos tenido la necesidad de reventar Internet con la historia como si fuera la boda de Brangelina. Lo normal es que, cuando te pase esto, te pegues un batacazo, espabiles, y a la próxima andes un poco más con pies de plomo.
A la gente que vive atrapada en este bucle de intensos romances de dominio público que duran mes y medio solo decirles: sois muy pesados. Nos da igual. En serio, nadie piensa “Qué monos, qué envidia”, la gente solo desea en secreto que entréis en coma diabético. Si estás en duda de si puedes estar intoxicado por esta enfermedad, pero la inmensa felicidad que te produce estar con tu churrilove podría estar corroyendo tus capacidades cognitivas, échale un ojo a tus amigos de Facebook, si van mermando non-stop, ahí tienes tu respuesta.
A la antítesis de los empalagosos de arriba yo los suelo llamar “estreñidos emocionales”. De esto solemos pecar todos en alguna época de la vida, y para muchos directamente es una forma de enfrentarse a ella. Algunos se definen como independientes, escépticos y realistas (nunca pasotas, desconfiados y depresivos, qué va). Cuestionan constantemente la existencia del amor, suelen decir que es una invención literaria y su eslogan para las relaciones es “Para qué vamos a ponerle nombre a las cosas”.
Hay gente que viene fría de fábrica y nunca encuentra a nadie que les ablande por dentro. Hay gente que se ha colocado esta coraza para protegerse de lo que pueda venir, que más vale malo conocido que bueno por conocer, y una vez acostumbrados a la soledad, no parece tan mala compañera. Hay gente que tiene tanto miedo que ni siquiera se da cuenta de que las decisiones las toman sus fantasmas en lugar ellos. Hay gente que es así porque “les sale” y hay otros que constantemente se obligan a reforzar estas barreras que nada tienen que ver con su verdadero yo.
Creo que en muchos casos esta incapacidad a la hora de verbalizar el amor no es por frialdad, sino por todo lo contrario. Que alguien que realmente tiene un concepto muy elevado de lo que es el amor, y el compromiso que conlleva, no quiere precipitarse. Y no hablo solo de abrirse y exponerse ante otro, del miedo al rechazo, es sobre todo que si realmente le das a esas palabras la importancia que tienen, cuando le dices a alguien “te quiero” estás diciendo mucho más. Le estás diciendo que le aceptas como es, que vas a estar ahí cuando lo necesite y que no puedes imaginarte una vida en la que nunca os hubierais conocido, le estás haciendo una promesa y no quieres traicionarle. Y al final nos encontramos con que estamos tan intoxicados de te quieros vacíos que a veces cuando nos llega uno de verdad no tenemos ni idea de qué hacer con ello.
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