Las relaciones son complicadas. Son complicadas y, en muchas ocasiones, eso nos asusta. Nos asusta el hecho de comprometernos con otra persona, tenemos miedo a lo que supone el enamoramiento en sí mismo, miedo a fracasar, a que nos rompan el corazón, a no volver a amar como una vez lo hicimos…
Todos tenemos en nuestra cabeza la visión de lo que para nosotros sería la relación perfecta, esa que a veces no podemos evitar anhelar. Pero la cuestión es que, una vez que empiezas a salir con alguien, te das cuenta de lo difícil que resulta que todo sea ‘perfecto’. De repente te ves en la situación de tener que cuidar y estar pendiente de alguien cuando hasta hace nada de los únicos seres vivos de los que tenías que preocuparte erais tú y tu cactus.
Y el tiempo avanza, y después de un año, dos, o los que sean, te ves atrapado en una relación en la que hace meses que no eres feliz. Tú sabes que se acabó, a pesar de que haces esfuerzos por intentar que vuelva a ser lo que una vez fue. ¿A dónde se fueron los buenos momentos? Hacia discusiones, peleas, malentendidos constantes, malos gestos, malas palabras, odio, y al final, uno o dos corazones rotos. Por lo que después de ese gran palo, te prometes que jamás de los jamases volverás a enamorarte.
Ni a preocuparte por nadie, ni a confiar en nadie, ni a entregarte como una vez lo hiciste. Te prometes no volver a amar. O al menos eso es lo que piensas, hasta que llega esa persona que te hace bajar la guardia, que sabe cómo hacerte sonreír, y en definitiva, que te hace feliz.
Entonces es cuando decides que no vas a volver a cometer los mismos errores que cometiste la última vez, que esta vez vas a ir más despacio, e intentar no hacerte ilusiones. Pero, ¿para qué? ¿para no ser tú mismo? Si la mejor parte de estar con alguien es poder conocerle tal y como es.
Existen muchas razones por las que jamás habría que renunciar al amor. La principal es que no existe otra sensación humana que pueda equipararse al estar enamorado de alguien. Cuando amas a alguien, esa sensación lo invade todo, y aunque suene a tópico, eres más feliz y la vida te parece mucho más bella.
Y es cierto que a veces el amor supone desamor, te arriesgas a sufrir. Pero, ¿acaso es mejor llevar una vida plana y aburrida, sin sobresaltos solo por evitarnos sufrir?
Con esta actitud ante el amor y ante la vida, lo único que haces es perderte cosas. Te pierdes conocerte a ti mismo, evolucionar como persona, te pierdes conocer a otras personas. Te pierdes la oportunidad de ser feliz. Tan solo por evitar un corazón roto.
Pero qué más da cuántas veces te partan el corazón, la primera siempre es de verdad, el resto son rasguños… porque por suerte el desamor es una enfermedad que tarde o temprano se cura. Por eso, no construyas un muro en torno a ti y date la oportunidad de vivir, de reír, de enamorarte, de desenamorarte, de crecer como persona, de conocerte y, sobre todo, de ser feliz.
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