¿Y si…? Dos palabras: Y – si, seguidas de una frase llena de dudas, empapada de arrepentimiento, bañada en un mar de remordimientos y acompañada por dos signos de interrogación. “¿Y si hubiera esperado un poco más?” “¿Y si no le hubiera dicho que se fuera?” “¿Y si le llamo?” Podría seguir con el “Y si…” eternamente, pero la realidad es que no existe forma posible de volver atrás, solo en nuestra imaginación, donde podemos imaginarnos una vida diferente, una respuesta acertada a la altura de nuestras expectativas, un final de historia, sin final. Y la realidad también es que, el ser humano es un animal racional pero con un corazón impulsivo, desobediente, aunque inteligente, por eso, cuando nuestra mente quiere creer algo que no es, siempre hace que tarde o temprano nos choquemos con la realidad, porque a veces solo hace falta que se nos escape un impulso emocional para recibir una respuesta dolorosa, inesperada y a la vez temida, porque en el fondo, sabíamos perfectamente lo que iba a ocurrir.
Hay palabras que se las lleva el viento y otras que hace falta un vendaval para esfumarlas. Pero los hechos hablan por sí solos y estos, aunque nos duela, permanecen en el tiempo. Tenemos la mala costumbre de no aceptar la realidad y hacer caso omiso a lo evidente porque no encaja con el guion que nuestra mente ilusionada había maquinado. Tenemos la mala costumbre de bebernos de un trago promesas como drogas y cerrar los ojos ante actos que disparan clavos directos al corazón.
La retirada es fácil, sobran los motivos, pero siempre piensas que puede cambiar, siempre piensas que quizás está en un momento difícil y que necesita su tiempo, siempre crees que no es posible que algo tan bonito pueda solo existir en tu cabeza. Tenemos la capacidad asombrosa de olvidar lo que nos hace daño y vivir felices con pequeños detalles que nos hacen volar de forma esporádica y efímera. Nos agarramos a un clavo ardiendo sin tener en cuenta que los clavos buenos nunca arden y que cuando es bueno de verdad, los hay a montones, sin que tengas que elegir a cuál agarrarte para no caer y tocar suelo.
¿Y si no le llamas? ¿Te atreves? Ten en cuenta que existe la posibilidad de que, a tu sorpresa, no te reclame, ¿estás dispuesta/o a asumir ese riesgo? Aceptar la realidad nunca es fácil pero la verdad solo duele una vez, la mentira cada vez que la recuerdas. Quémate. ¿Y qué sientes por mi? Pero, entonces, ¿no estás enamorado? Hay preguntas suicidas y también necesarias, preguntas cuya respuesta conoces, pero a veces, la única forma de pisar suelo es tocar fondo, a veces la única manera de abrir los ojos es quemándote, sentir el ardor de las llamas en tu interior, saltar al abismo, caer y reconocer, que ya hace tiempo que caminabas sola.
Y mi pregunta es la siguiente: ¿era necesario? Quizás hubiera sido mucho más fácil y menos doloroso haber escuchado, desde el principio, a tu corazón en lugar de a tus oídos, quizás hubiera sido más coherente hacerle caso a tu instinto y no a tu mente acostumbrada a manipular la realidad para no herirte, quizás hubiera sido mejor aceptar la realidad y buscar otro camino, o mejor, otra compañía. O quizás no, quizás necesitamos quemarnos para sentirnos vivos, tal vez es la única salida para poder, saber, decir adiós.
Sea como sea, te quemes o escapes del fuego, no te tortures. La realidad es solo una, querer es poder y quien te quiere, te busca y te encuentra. ¿Y si…? Dos palabras: Y–si, seguidas de una frase llena de dudas, empapada de arrepentimiento, bañada en un mar de remordimientos y acompañada por dos signos de interrogación. La respuesta es solo una: Todo hubiera sido igual.
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