Aunque no lo percibas directamente, la Tierra actúa como un enorme circuito eléctrico. La atmósfera es un conductor débil, pero existe una “cavidad” entre la superficie de la Tierra y el borde de la ionosfera (capa de la atmósfera que está entre los 80 y los 500 km de altitud) que actúa como resonante para las ondas electromagnéticas, produciendo un efecto de resonancia que se conoce como “Resonancia Schumann”. En Física, se lo denomina “Onda transversal magnética”.
Todo indica que la excitación de las ondas electromagnéticas de esta cavidad estarían relacionadas con la actividad eléctrica en la atmósfera, sobre todo en tiempos de intensa actividad de relámpagos y rayos. Además, la ciencia reconoce a la resonancia Shumann como un indicador sensible de las variaciones de la temperatura y de las condiciones mundiales del clima.
Lo interesante es que, de acuerdo a lo que descubrió en los años ’50 el Dr. Winfried Otto Schumann, estas ondas vibran en la misma frecuencia que las ondas cerebrales de los seres humanos: a 7,8 Hertz (ciclos por segundo).
Pero este nivel ha aumentado desde 1980 hasta hoy, y la fuerza del campo magnético de la Tierra está disminuyendo.
En el 2014, la frecuencia de resonancia subió al nivel 15- 25, lo cual se consideró anómalo; pero ahora ha escalado a más de 30. Y esto podría estar generando cambios y molestias que, seguramente no vinculamos con este fenómeno.
Los cambios en el campo magnético de la Tierra alteran la conciencia humana; de hecho puede incidir en la percepción de que el tiempo se ha acelerado y los eventos y los cambios en nuestra vida ocurren con mayor rapidez. Quizá también podría generar cansancio, mareos, y otras sensaciones.
Estas resonancias están relacionadas de forma natural a la actividad de las ondas cerebrales humanas, por eso si la Tierra está modificando su frecuencia vibratoria, tal vez nosotros también la estemos cambiando.
Hay quienes sostienen que llegaremos al “Punto Cero” o 13 de la escala de Schumann. La Tierra se detendría y en dos o tres días comenzaría a girar nuevamente en la dirección opuesta. Los polos magnéticos se invertirían; el sol saldría por el oeste y se pondría en el este, con el consiguiente desequilibro ecológico que provocaría en todo el mundo.
Aunque son predicciones, no podemos negar que las fuerzas que existen entre la Tierra y otros planetas o astros, o entre la Tierra y la atmósfera inciden sobre todo lo que nos rodea y, especialmente, sobre nosotros mismos.
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