Alejandro tiene sólo doce años y ha vivido demasiado dolor con tan poca edad. A los ocho años le detectaron una leve descapacidad intelectual y cuando se supo en el colegio Antonio Relaño de Olula del Río (Almería) empezaron los episodios de acoso escolar. Según ha explicado la madre del menor al periódico El Mundo, «primero empezaron a quitarle material escolar, luego llegaron las agresiones por parte de este grupo de niños, que a lo largo del tiempo han podido ser hasta una quincena, aunque los cabecillas son cinco». Como las agresiones no cesabas, los padres decidieron cambiarle de centro a los 10 años, al Colegio Trina Rull, donde el niño no tuvo ningún problema.
Cuando parecía que esta situación ya era cosa del pasado, Alejandro se encontró con algunos de sus acosadores por la calle y le pegaron «patadas en el estómago y puñetazos en la cabeza», explica la madre. El niño empezó a tener miedo de salir a la calle y de ninguna manera quería ir al instituto el año siguiente, cuando le tocaba empezar primero de la ESO. Desde el centro educativo de secundaria les garantizaron que no había contacto entre su hijo y los acosadores. Pero no fue así, a los pocos días de empezar fue víctima de una primera agresión en el gimnasio «fue brutalmente golpeado, esta vez por el cabecilla de los acosadores, que le cogió del cuello y le empujó contra la pared, causándole una grave contractura lumbar y una lesión cervical, y gracias a que una maestra pudo intervenir», asegura la madre y explica que Alejandro les contó que en su clase se encontraban tres de los supuestos maltratadores, a pesar de los responsables del centro.
Los padres de Alejandro decidieron que no volvería a clase si no expulsaban a los acosadores y presentaron una denuncia ante la Guardia Civil y ante el Defensor del Menor. Desafortunadamente, la denuncia fue archivada pero, tras la publicación del caso en un periódico local, otras dos madres se atrevieron a contar su caso. Ahora las tres se han unido en esta lucha contra el bullying y han acudido a un abogado para reactivar los procedimientos. Según El Mundo, el instituto asegura que ha activado el protocolo para casos de acoso y que se han tomado distintas medidas, como la expulsión de uno de los supuestos agresores. A pesar de ello, el centro no ve necesario el traslado de los demás a otra escuela.
Los informes psiquiátricos detallan que Alejandro padece una profunda depresión, que provoca que viva encerrado en su habitación, sufra insomnio y apenas coma, además de tener que tomar ansiolíticos y antidepresivos. La madre de Alejandro espera que todo se solucione y su hijo pueda llevar una vida normal.
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