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domingo, 26 de febrero de 2017

Hombre que mató de un escopetazo a su padre: “Ahora mi madre puede descansar de los maltratos”

El hombre, de 38 años, dice que no podía aguantar más los malos tratos que sufría su madre en su casa de Cáceres.
Daniel Cortés, 38 años, agarró una escopeta de largo alcance y mató a su padre la madrugada del pasado lunes en Cáceres. A las 5.15 sonaba el teléfono de una comisaría: su hermana Lourdes, también estaba en casa, alertaba de lo ocurrido. Cuando los agentes llegaron, la madre estaba abrazando al joven. Allí se encontraron al padre, Ángel Cortés, de 68 años, con una herida en el costado. A Daniel le detuvieron, le requisaron el arma y desde el lunes duerme en prisión. El juez ha dictaminado que la instrucción del caso no se hará pública, por ahora.

“La madre nos dijo que era su hijo y que había matado a su padre de un disparo”, cuenta Juan Manuel Cruz, jefe de prensa de la Policía Nacional extremeña. “Yo los conocía de vista. La madre iba siempre con la perrita sola, nunca vi al marido con ella”, cuenta una vecina de este edificio de 10 pisos. “Ella era muy calladita y el marido muy iracundo. El hijo es muy buena gente, encantador, no sabemos qué ha podido pasar”, añade otro. Los vecinos de la familia del Perú está asimilando lo sucedido. En los bares, en las calles y en los diversos locales de este distrito de clase media no se habla de otro asunto.

La tarde del crimen, Daniel estuvo con su novia y una amiga por el centro de la ciudad, según cuenta por teléfono un íntimo amigo que prefiere no dar su nombre. Al llegar la noche, se fue con otro colega —que descarta hablar por el momento— y “se tomaron algo”. Llegó a su casa sobre las tres de la madrugada, donde vivía junto a su hermana y sus padres. Según fuentes de la investigación, Daniel reconoció en su declaración policial que sí, que aquella noche él mismo cogió el arma y lo mató. Que estaba harto de los malos tratos psicológicos que sufría su madre por parte de su padre. Que la despreciaba, que la humillaba, que su padre dormía en la habitación y su madre en el salón, que, incluso, su hermana usaba tapones para poder dormir. Así, dice, todos los días desde hace más de 30 años. Que, pese a que tenía la ilusión de irse a vivir con su novia, no lo hacía porque quería proteger a su madre. Que nunca han denunciado nada— la policía así lo confirma— por miedo a que su padre pudiera hacer algo peor. Que, cuando llegó a su casa este lunes, entró en el baño y cerró la puerta. Que su padre lo comenzó a insultar y a chillar desde fuera creyendo que era su madre la que estaba dentro. Que no podía más. Que agarró el arma de la familia y le disparó. Y que, según las mismas fuentes, también confesó: “Ahora mi madre puede descansar”.
Daniel trabaja desde hace ocho años en la Armería Mostazo de Cáceres. Su último turno fue este sábado, de 9.00 a 14.00. “Es un hombre sensacional y muy responsable, pero no solía hablar de las cosas de casa”, dice un compañero de trabajo que no quiere dar su nombre.

 Su padre, Ángel, estaba jubilado desde hace cinco años. La última ocupación que tuvo fue la de vendedor ambulante de embutidos y carne por los distintos pueblos de la provincia de Cáceres. “No tenía un carácter muy fuerte. Era agradable y simpático”, cuenta por teléfono Juan José Mallo, su último jefe. “Mi mujer también lo conocía, pero con su familia apenas he tratado. Tuvimos un encontronazo al final por un tema de la liquidación y bueno, al final lo resolvimos”.

Ángel era un fans del Real Madrid. Tenía prohibida la entrada en todos los bares del barrio menos en uno. “Daba muchas voces e insultaba todo el rato. No sabía comportarse, por eso no le dejaba entrar”, cuenta Manolo, camarero del bar Santa Marta. Un local de barrio, repleto de gente a las 14.00 de la tarde y que saluda a los clientes por su nombre. “Su hijo no, su hijo es un chico encantador. Aún no me lo creo. Yo creo que se ha arruinado la vida”, dice mientras señala la noticia en la que el joven participó la semana pasada.

Este lunes en el tanatorio no se hablaba del padre, sino del hijo. Cuenta el amigo que la madre, que vive ahora con una hermana, no estuvo presente y que un miembro de la familia dijo sobre las 22.00: “Vámonos para casa que a este no merece ni que le velen”. Y así fue. A la mañana siguiente solo acudieron 40 personas al funeral, según recogen los diarios regionales.

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