La vida de Martín Pistorius en 1988, era como la de cualquier otro chico de su edad. Hasta que un día comenzó a sentir dolor en la garganta de la que volvía de la escuela, primero no era un dolor muy fuerte, pero aumentaba a medida que pasaba el tiempo. Rápidamente el dolor se extendió de manera tan descontrolada que tuvo que hospitalizarse.
Tras estar varios días en el hospital, Martín perdió la vista, el habla y la capacidad de movimiento. La vida del chico, y la de su familia, había dado un giro de 180 grados en menos de un año y medio. Pasó de disfrutar de una excelente salud a estar en estado vegetativo.
Los pronósticos eran de todo menos buenos; según los doctores le quedaban un máximo de 2 años de vida. Además, necesitaría de muchos cuidados, pues su capacidad había pasado a ser como la de un niño de 3 años.
Cuando se dieron cuenta que no podían hacer más por él, los médicos lo mandaron a su casa, donde era atendido por sus padres. Diariamente, su padre lo llevaba muy temprano a rehabilitación en un centro especial, donde recibía masajes estimulantes que, tras un tiempo, ayudaron a que Martín recuperase la capacidad de escuchar y sentir, aunque aún no podía hablar ni moverse.
“Sabia todo lo que sucedía a mi alrededor y podía escuchar cuando hablaban de mí. Sin embargo, muchos pensaban que todavía no había despertado, por lo que me convertí en el niño fantasma. En ocasiones, mi madre, en su desesperación al verme en ese estado decía: ‘Ojalá te mueras pronto’. No obstante, ella no sabía que yo podía escucharla y eso me dolía muchísimo”, recuerda Martín con lágrimas en los ojos, y añade: “Nunca pensé que alguien sería capaz de odiarme o amarme, pues no podía hacer nada.”
Un día la enfermera Virna Van Der Walt le realizaba masajes cuando, luego de hacerle algunas preguntas, notó que él respondía con movimientos en sus ojos.
“Virna me hablaba como si la comprendiera, casi esperando una respuesta. Y entonces empezó a darse cuenta, a través de mis sutiles signos, de que de hecho entendía lo que me decía. ¡Fue emocionante! Me dio algo en lo que concentrarme. Ser visto, y que alguien valide tu existencia, es increíblemente importante. De alguna manera te hace sentir que importas”, comenta Martín en una entrevista a El País.
Ella comunicó el progreso a sus padres y les recomendó que lo llevasen a la Universidad de Pretoria para que allí le realizasen estudios; allí confirmaron que Martín, una vez más, era completamente consciente de su entorno y le ayudaron a encontrar una forma para comunicarse con ayuda de un ordenador.
Con el tiempo, tuvo una recuperación increíble. Ha recuperado el control de sus manos y la parte superior de su cuerpo, y se mueve de forma autónoma en una silla de ruedas, aunque todavía necesita el ordenador para comunicarse.
En el día de año nuevo de 2008, durante una conversación familiar por Skype con su hermana que vivía en Inglaterra, se enamoró.
“Yo estaba trabajando en mi ordenador, escuchando la conversación a medias”, cuenta él a El País. “Me di la vuelta y ahí estaba Joanna, la amiga de mi hermana. Nos pusimos a hablar, los demás se marcharon y, antes de que nos diéramos cuenta, las horas habían volado. Tuvimos una conexión inmediata y creo que los dos supimos que había algo especial entre nosotros”.
Su boda fue en 2009, y Martín afirma haber sido el día más feliz de toda su vida.
En 2011, publicó un libro llamado “El Chico Fantasma” donde cuenta su historia, ha sido traducido a más de 25 idiomas. El libro ha sido todo un éxito mundial.
“Mi deseo es que, después de leerlo, la gente piense sobre el mundo de una manera un poco diferente, que traten a todos con cariño, dignidad, compasión y respeto, aunque piensen que no les entienden. Que se den cuenta de que una persona puede marcar la diferencia. Y, finalmente, que disfruten y aprecien más la vida”, explica Martín sobre su libro.
Es realmente una historia inspiradora que nos recuerda que la esperanza es lo último que se pierde, y que vale la pena luchar por tus seres queridos; pero también de superarte, de mejorar y conseguir tus metas. Ayúdame a compartir el mensaje de Martín para que llegue a la mayor cantidad de personas.
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