Todos tenemos un padre, una madre, una pareja o amigos que nos han llamado por el nombre equivocado en más de una ocasión. Incluso con el de nuestro perro.
Esto podría inducir a muchos a pensar que sus seres queridos no le recuerdan o no le quieren lo suficiente. Sin embargo, ahora, la ciencia apunta que se trata de lo contrario: el error se debe a que te quieren.
Un equipo de psicólogos de Duke University, Carolina del Norte, preguntó a 1.700 personas si alguna vez se habían dirigido a alguien con el nombre equivocado o si se lo habían hecho a ellos, con qué clase de personas o animales les había ocurrido y qué relación había entre ellos.
La primera evidencia que encontraron es que en este error caen personas de todas las edades y que suele ocurrir dentro de un mismo grupo social. Aunque lo más frecuente es que lo haga una madre dentro del ámbito familiar confundiendo el nombre de un hijo por el de otro. Es decir, en el núcleo en el que el afecto es más fuerte que en ningún otro.
Este error ocurre a personas de todas las edades y en un mismo grupo social. Aunque lo habitual es que suceda en el ámbito familiar
Entonces, ¿a qué se debe esto?
Tal y como explican en Quartz, nuestra mente almacena información sobre personas, lugares o cosas en una red semántica mental formada por distintas unidades. Cuando intentamos recordar algo, estas unidades se activan, y cuando se activa un número determinado de unidades, la información cruza un umbral y la recordamos. Sin embargo, debido a un proceso llamado "activación de propagación" puede activarse información relacionada con ese determinado concepto, y cuando esta información incorrecta alcanza el umbral que hace que la recordemos nos lleva a cometer un error. Por ejemplo, pronunciar el nombre de una persona querida en lugar de otro.
Esto suele ocurrir cuando ambas personas se encuentran dentro de la misma red semántica, cuando se las relaciona por cosas similares y tienen un mismo valor. Es decir, tu madre confundirá tu nombre con el de tu hermano y no con el de un amigo porque ambos tenéis la misma importancia para ella.
Los psicólogos de este estudio también encontraron casos en los que los nombres de los miembros de la familia pueden confundirse con el del perro. Esto les llevó a interpretar que, a diferencia de los gatos, a los perros se les incluye en la misma red semántica que el resto de la familia. En otras palabras, que les consideramos parte de la familia.
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