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miércoles, 22 de marzo de 2017

Abusadas y prostituidas. La macabra historia detrás del incendio que mató a 40 niñas en Guatemala

“Deja que estas desgraciadas sufran, son buenas escapando, es bueno que aprendan a soportar el dolor”.

Cuarenta es el número de niñas que murieron producto de un fatal incendio en la mañana del 8 de marzo en el “Hogar Seguro Virgen de la Asunción”, un establecimiento residencial para menores en las afueras de la ciudad de Guatemala. Tras el siniestro, las especulaciones surgieron de forma inmediata debido a la gran conmovió que generó en el país y en toda Latinoamérica. A pesar de que niños y niños residían en el centro, sólo murieron mujeres. Reportes establecen que personal del lugar impidió a los niños a socorrer a las niñas que murieron a causa del fuego. 

Así lo relató Francisco Goldman, quien narró la historia detrás del incendio que se llevó 40 vidas inocentes en Guatemala luego de ver por sus propios ojos las consecuencias que trajo el hecho en el país latinoamericano. Luego del siniestro, una mujer que vivía al lado del centro, manifestó a los reporteros que se desplegaron a las afueras del lugar que días antes las niñas habían lanzado piedras contra personal del lugar, ya que acusaban haber sido violadas y abusadas sexualmente. 

“Eso fue una rebelión de las niñas. Cualquier persona que vive por aquí sabe que el lugar es un verdadero infierno. En 2013, varios miembros del personal de la escuela fueron encontrados culpables de abuso sexual. El año pasado un juez de familia encontró que algunos de los castigos incluían torturas”.
Goldman cuenta que aquel centro forma parte de una de las instituciones en Guatemala que recibe a jóvenes que han quedado huérfanos, abandonados o que fueron entregados por los propios padres, al no tener los medios económicos para solventar sus necesidades. Algunos de ellos fueron arrebatados de sus padres, luego de que tribunales guatemaltecos establecieran que habían sido abusados por miembros de la familia o porque vivían en situación de calle. 

“Cuando Claudia (una colega) y yo llegamos a la casa, dos policías jóvenes, uno alto y uno más bajo estaban de pie fuera del edificio. Ellos compartieron lo que habían visto y oído el 8 de marzo, relatándolo como una película de terror. Uno de ellos dijo que estaba traumatizado por el olor a carne quemada. El fuego había estallado a las 9 de la mañana. Cuando les preguntamos por qué las niñas no habían sido liberadas, o si sabían qué había pasado con las llaves de la puerta, los policías se quedaron en silencio”.

Según explicó un juez del sistema familiar de Guatemala, quien pidió no ser nombrado, muchas niñas del recinto murieron anteriormente al incendio, algunas de ellas asesinadas. Incluso, muchas de ellas estaban siendo prostituidas, aunque no se tiene claro por quién. 

Entre el año 2012 y 2016 el departamento de Derechos Humanos recibió 45 denuncias e informes de abuso sexual del hogar donde yacían las 40 niñas. Al parecer, las denuncias estaban pero nadie realmente se propuso investigar las condiciones en las que vivían las jóvenes. Autoridades de los tres poderes ejecutivos están siendo cuestionados por la ciudadanía, la cual se rehusa a que estos hechos se repitan.
Goldman tuvo acceso a los testimonios de algunas de las niñas que sobrevivieron al siniestro, y quienes fueron trasladadas posteriormente a Estados Unidos para recibir un tratamiento que les permitiera sobrevivir a las severas quemaduras que las llamas dejaron en su cuerpo.

“Una de las niñas se encuentra en condición estable; las otras dos, con quemaduras en más del setenta y cinco y el ochenta por ciento de sus cuerpos, se encontraban en estado crítico. Al cabo de unos días, los tres fueron trasladadas a Estados Unidos para recibir tratamiento. En la primera entrevista, la chica mantiene la cadencia, incluso a través de su testimonio. ‘Voy a decir sólo lo que recuerdo. Tan pronto como nos capturaron, nos golpearon. El policía que me llamó me obligó a ponerme de rodillas y poner mis manos sobre mi cabeza. Él puso una pistola sobre mi cabeza, me dijo que no le importaba que yo fuera mujer y menor de edad. Nos trajeron de vuelta a la casa y nos esposaron”.

El día del incendio, la chica del testimonio cuenta que en la mañana todo parecía estar en calma, hasta que una de ellas quiso ir al baño.

“Nos despertaron y nos trajeron desayuno, todo estaba en calma. Sin embargo cuando una de las niñas preguntó si podía ir al baño, la policía se negó a abrir la puerta. (Las jóvenes estaban siendo custodiadas para evitar una posible fuga). Las chicas se enojaron y pusieron colchones en las ventanas para que la policía no pudiera ver hacia el interior. Tres chicas causaron el fuego y una de ellas murió. A medida que crecía el incendio, las chicas comenzaron a pedir ayuda a la policía pero uno de ellos dijo ‘Deja que estas desgraciadas sufran, son buenas escapando, es bueno que aprendan a soportar el dolor’. Nos habían maltratado anteriormente pero cuando vieron que la situación era grave, comenzaron a derramar sus lágrimas justo allí, pero ¿por qué estaban llorando?. Tenían miedo”
La niña describió como las otras jóvenes habían construido una “casita con colchones” para que pudieran hacer sus necesidades al interior del lugar sin ser vistas por la policía. Cuando una de las niñas incendió los colchones, el fuego se propagó rápidamente.

“Todos comenzamos a gritar. La policía dijo que no les importaba, que era sólo una excusa para huir y que debíamos aprender a soportar el fuego. Recuerdo a una de ellas que estaba en llamas que se acercó para pedirme ayuda. Fue entonces cuando me desmayé. Cuando desperté hice todo lo que pude para levantarme y caminar pero la policía al ver que yo estaba quemada, comenzó a golpearme. Me dijeron que no podía salir y me golpearon. A continuación, algunos monitores arrojaron agua sobre mí, porque mi cara ardía”. 

La niña que sobrevivió al incendio relató que los tres días anteriores al incendio, las habían tenido enjauladas como verdaderos perros. Los tres relatos que surgieron de las sobrevivientes concuerdan con que fue la policía quien las encerró en la habitación y que los monitores sólo se acercaron al fuego cuando terminaron de atender a los niños que estaban en una habitación contigua del establecimiento. 

María Eugenia Villareal de una ONG internacional que lucha contra el abuso sexual y la trata de menores, aseguró que los monitores de aquel centro abusaban de las niñas, les vendían drogas y que incluso se las llevaban en la noche para prostituirlas. 

“Pero no importa lo que soportan los niños, porque son indígenas o extremadamente pobres. Es por esto que muchos tratan de emigrar a los Estados Unidos. Es porque están huyendo de la violencia del Estado, de sus comunidades, de sus familias. Cada tipo de violencia está presente aquí “
“Estaba inconsciente, y casi completamente envuelta en vendas de gasa y batas azules, pero pude ver las manchas de la cara marrón, y sus dedos de los pies. Bravo sabía su nombre, pero poco más. Nadie había llegado a reclamarla, de visita o preguntar por ella. Estaba sola, una pobre chica de América Central se dirigió a los Estados Unidos para recibir una nueva piel, y tal vez la oportunidad de una nueva vida”.

Lo peor de todo es que esta situación sigue replicándose en los centros destinados a menores que existen actualmente en América Latina. Además de la vulnerabilidad que existe en sus hogares, miles de niños y jóvenes son destinados al maltrato e incluso a la muerte en muchos de los establecimientos estatales que deberían entregarles nuevas oportunidades de vida. 

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