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jueves, 27 de abril de 2017

La Ustacha, la siniestra organización terrorista croata que escandalizó a los nazis

La Ustacha, la siniestra organización terrorista croata que escandalizó a los nazis

Esta organización terrorista croata se basó en el racismo religioso y en el nacionalismo, y fue fundada por Ante Pavelic en 1929. Su fin fue la independencia de Croacia y la posterior formación de un estado croata, y para ello se valieron de la crueldad más extrema y una violencia continua, sin importar razones. Ustacha, o Ustaša en croata, significa algo así como rebelde, insurrecto, pero hoy en día se asocia con croatas ultranacionalistas o de extrema derecha.

Consideraban al pueblo croata como germano, y toda su “filosofía” se basaba en la diferenciación racial y la supremacía étnica, en un país que compartía al menos dos grupos distintos con similar población, serbios y croatas (los musulmanes no se consideraban una comunidad separada, podían ser serbios o croatas, aunque se distinguían por su fe). Fue influenciada por el fascismo italiano y luego se alió al nazismo, al comenzar la Segunda Guerra Mundial.
Tras la invasión nazi al reino de Yugoslavia, la Ustacha pudo gobernar de forma autoritaria y casi absoluta el Estado Independiente de Croacia, una nueva nación que obedecía completamente al Tercer Reich.

Para entender de qué se trata es preciso adentrarse un poco en su forma de pensar; se vendían a sí mismos como “ángeles vengadores” que liberarían al pueblo croata de su historia de opresión y humillación. Odiaban todo lo serbio, y querían un país exclusivamente poblado por croatas. Era también profundamente anticomunista y propugnaba al Estado como centro de todo.

Al tomar el poder, pone en práctica un “nuevo” tipo de relaciones sociales: por ejemplo, la mujer volvió a sus tareas domésticas y su papel debía ser el de madre y esposa, y el hombre “mejoraba” convirtiéndose al ideal fascista, debía ser más fuerte, viril e inmisericorde. La Ustacha magnificaba la masculinidad y el patriarcado, por ser éste el modelo de los antepasados.

Para la mujer fue un verdadero retroceso, pues en la época yugoslava había comenzado un proceso emancipador, si bien aún no contaba con el derecho al voto ni podía trabajar en muchas profesiones.

Fue un movimiento unido estrechamente a la religión católica, y al comienzo de su gobierno legisló hasta en el maquillaje de profesoras y estudiantes; condenó el aborto con la muerte –tanto para la madre como para el médico que lo hiciese–, pues una de sus finalidades fue el crecimiento poblacional.

La violencia, la muerte y la otra vida eran alusiones reiteradas en el movimiento, y su influencia se vio más claramente en las capas más bajas del clero y en los estudiantes de teología; los miembros de la organización debían pasar un lapso de sufrimientos y penas, tal como Cristo; todo tipo de placer estaba prohibido, pues era vicio, y los ideales eran el ascetismo y la virtud. Fíjate en esta escena: en el rito de iniciación de los miembros de la Ustacha, cada uno juraba fidelidad ante un altar y llevaba un crucifijo, una vela, una granada y una daga, y así se unía de por vida. Una razón para que los actos militares suicidas fueran considerados heroicos.

Quizá sea un tanto incomprensible la relación de la religión con este grupo ultra radical, y es que el catolicismo se había convertido en símbolo de la historia croata al representar su resistencia a los otomanos y haber sido una especie de “escudo de la cristiandad” frente al islam. Por eso el catolicismo fue proclamado la religión del estado en 1941. A pesar de ello, no fue nunca popular, y su núcleo no era religioso sino nacionalista, sobre todo anti serbio.

Pavelic, el fundador del movimiento, creó el 10 de abril de 1941 la Legión Croata, que conminaba a todos los ciudadanos a alistarse en la Wehrmacht y luchar en el frente del este. Casi 10.000 croatas se unieron a los nazis, aunque seguían pensando que luchaban por Croacia.
Pavelic se convirtió en poglavnik, algo así como un führer, y el territorio del nuevo estado era la actual Croacia y Bosnia Herzegovina. Enseguida comenzó la lucha contra la oposición yugoslava a la invasión nazi; la Ustacha decretó el partido único y tras una entrevista de Pavelic con Hitler, se decretaron las leyes raciales y la creación del campo de concentración y exterminio en Jasenovac.
Así, todos aquellos que no eran croatas fueron exterminados con una violencia aterradora, los judíos fueron atacados, pero los historiadores creen que fue más por agradar a los nazis que por antisemitismo. Pronto, las organizaciones estudiantiles ligadas a la Ustacha expulsaron de las universidades a profesores serbios y judíos y, claro, prohibieron libros y los quemaron, como en Alemania.

¿Qué hizo la Ustacha que generó sorpresa y escándalo a los propios nazis? Hacían “expediciones punitivas” en donde arrasaban con pueblos enteros, torturaban, saqueaban y masacraban a sus habitantes. No necesitaban ningún tipo de argumento para hacerlo. Pueblos como Bosanska Krajina, Lika, Banija, Kordun, Gorski Kotar, o Srem fueron completamente deshabitados y masacrados. En Lika, por ejemplo, llevaban a la gente en grupos atados de 20 personas al borde de un acantilado de 300 metros: mataban a los primeros y así, cuando caían, arrastraban a los demás que seguían vivos.
En Gudovac, 200 campesinos serbios fueron asesinados, y luego en Petrinja juntaron a todos los varones mayores de 15 años, los montaron en camiones y los ejecutaron fuera de la ciudad. A menudo, las ejecuciones se hacían en las propias casas de las víctimas y con las armas más primitivas: algunos ustachas se especializaban en aplastar los cráneos con hachas o con martillos. En Dubrovnik, Dalmacia, soldados italianos fotografiaron a un ustacha luciendo dos “collares”, uno de ojos y otro de lenguas. De serbios y comunistas.

En las regiones montañosas de Bosnia Herzegovina, las mujeres y los niños eran llevados a lugares remotos y masacrados, y en Breko los presos fueron ejecutados en los puentes y lanzados al río. Las matanzas fueron incontenibles y absolutas, desde los primeros días de abril de 1941, y arrasaron todos los días pueblos, ciudades, aldeas y mataban de todas las formas posibles a los serbios.
En el verano del 41, en el distrito Krupa Bosanska, a 540 mujeres y niños los encerraron en las casas y les prendieron fuego, y en Crevarevac 600 personas murieron de la misma manera, al igual que en Mlinici Smiljanic.
Una de las formas de asesinar era cortarle la garganta a la víctima: el ustacha hasta colocaba un recipiente para recoger el chorro de sangre y evitar mancharse. De hecho, el caso más famoso fue el de Peter Brzica, estudiante de derecho y miembro de la organización “Cruzados Católicos”, que durante el día y la noche del 29 de agosto de 1942, cortó las gargantas de 1.360 prisioneros en el campo de concentración de Jasenovac, en una macabra competición por ver quién mataba a más gente. Por tal “hazaña” fue recompensado con un reloj de oro y proclamado “rey de los degolladores”, según algunos testimonios.

Descuartizaban a las víctimas, la violencia que mostraban era extrema y aterradora. Miles de serbios murieron en muy poco tiempo y el terrorismo aterrorizaba a la población. En el pueblo de Susnjari, luego de matar a la mayoría de sus habitantes, ataron a las puertas de un inmenso granero a los sobrevivientes y los quemaron; los niños, de 10 años en promedio, fueron incinerados, y a los pocos que sobrevivieron les dieron el tiro de gracia. Un testimonio dice:

“En Gorevac, el 13 de diciembre de 1941, fueron empalados niños de 3 años de edad. En algunos lugares las madres se resistían a soltar a los niños, y algunas de ellas fueron empaladas junto con sus hijos. Algunas chicas jóvenes tenían los pechos cortados, otras tenían las manos cortadas dentro de sus senos. Los hombres tenían sus narices y orejas cortadas, y los ojos habían sido arrancados de sus órbitas”.

Incluso crucificaban a las víctimas, después de procurarles torturas inimaginables, y tales atrocidades, tan frecuentes y salvajes, sorprendieron a los aliados, los fascistas italianos y los nazis, hasta el punto de que las autoridades alemanas privaron a la Ustacha de comandar regiones enteras, incluso expulsaron al movimiento reemplazándolo con tropas propias, para evitar las masacres (¡increíble, pero cierto!).

El 17 de febrero de 1942, la Gestapo escribió un informe a Heinrich Himmler que decía:

“El aumento de actividad de bandas rebeldes se debe principalmente a las atrocidades cometidas por las unidades Ustaši en Croacia contra la población ortodoxa. Los ustaši han cometido sus actos de una manera bestial, no sólo contra los hombres, sino especialmente contra ancianos, mujeres y niños indefensos. El número de ortodoxos que los croatas han masacrado y torturado sádicamente hasta la muerte es de aproximadamente trescientos mil.”

Luego de que el Ejército Rojo y los partisanos de Tito liberaran a Yugoslavia en mayo de 1945, muchos partidarios de la Ustacha intentaron salir a Austria e Italia, pero fueron asesinados; otros lograron huir con éxito a Iberoamérica, ayudados por el Vaticano y Pío XII, como el mismo Ante Pavelic, que terminó en Argentina.

Para que te des una idea, en los primeros tres meses, de abril a junio de 1941, más de 120.000 personas fueron asesinadas por la Ustacha; proporcionalmente, debido a lo pequeño del territorio y al tiempo en que se hizo, es una de las mayores masacres ocurridas en Occidente.

Es controvertido el apoyo de la iglesia católica a la Ustacha, y es preciso señalar que luego de 1941 la iglesia se alejó públicamente de los desmanes de Pavelic. Sin embargo, la mancha queda.

Los Balcanes son un lugar explosivo, donde todavía existen muchas heridas abiertas y asuntos por resolver. La historia tiene que servir para mostrarnos aquello que no se debe repetir.

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