En 2002, durante un largo viaje en bicicleta de Londres a San Petersburgo, el fotógrafo Chris Herwig halló algo inesperado en los paisajes yermos postsoviéticos: paradas de autobús artísticas, inusuales, que recordaban las formas de naves espaciales. Y cuanto más avanzaba, más se topaba con esas singulares estructuras urbanas.
Conforme Herwig cruzaba por los lugares, y más tarde comenzó a vivir en los estados postsoviéticos, se mantuvo atento a la aparición inopinada de paradas de autobús peculiares. Oriundo de Canadá, dice que la Unión Soviética siempre fue un misterio para él. Algo oscuro e inexplicable. Por ello, le resultaba fascinante encontrar estructuras coloridas, casi festivas, en una tierra que alguna vez fue gobernada con tremenda rigidez.
“Cuestionar por qué existían era una de las fuerzas que impulsaban mi fascinación con las paradas de autobuses –dice-. Eran completamente inesperadas. Cada vez que veía una, me preguntaba, ‘¿Tenían planeado ponerla allí?’. O, ‘¿Cuál era el propósito?’, porque todo en la Unión Soviética parecía reglamentado, planificado, y organizado, mientras que las paradas de autobús no seguían un plan centralizado. En algunos lugares eran básicas, y los obreros que construían caminos invitaban a los niños de las escuelas a que participaran. Aquello encarnaba el ideal del comunismo; que el pueblo pudiera contribuir a la parada de autobús. Mucha gente sigue pintándolas, y los temas suelen ser bastante locales”.
Cada diseño es único y está moldeado por la comunidad donde se encuentra. Herwig compartió una anécdota sobre un obrero de la construcción que quiso incorporar diseños de bordado locales en la parada de autobús, para gran disgusto de sus colegas.
Herwig ha realizado un extenso trabajo de investigación, consultando con artistas contratados para trabajar en las estructuras. Todavía no ha descubierto por qué o cómo se tomó la decisión de que las autoridades locales eligieran los diseños. Sin embargo, su investigación reveló que las paradas de autobús fueron construidas mayormente por trabajadores de caminos, artistas locales o incluso, miembros de comunidades.
Al preguntarle qué le llevó a dedicar 14 años a este proyecto, Herwig responde: “Como fotógrafo, buscas algo que te absorba, y que disfrutes. Con toda sinceridad, es lo más divertido que he hecho, porque me hace sentir como un explorador; que realmente estoy descubriendo algo”.
Durante un viaje particular a Armenia, Herwig había conducido varias horas por un paisaje desierto cuando, de pronto, vio una parada de autobús en la lejanía. “Era grande, de hormigón, con un pesado estilo brutalista, pero al mismo tiempo era muy ligera, experimental y divertida; construida para durar –recuerda-. Como si una nave espacial [hubiera] aterrizado en medio de la nada. Hallarlas en ambientes así es lo que me hace sentir que realmente vale la pena. La arquitectura, el paisaje y la cultura, todo se combina. Te encuentras en un paisaje llano y de pronto, ¡bum! Ves una estación de autobús y parece que estuviera sobre un pedestal, como si fuera una instalación de arte fantástica”.
¿Cuáles son sus planes futuros para el proyecto? “Ardo en deseos de hacer un último viaje épico en carretera, antes que desaparezcan estas estaciones de autobús”, revela. El recorrido lo llevaría del mar Negro hasta el Pacífico para capturar las paradas de Rusia, que no está incluida entre los estados postsoviéticos que ha fotografiado.
Confía en que su trabajo contribuirá a que el público vea el amplio mundo que se extiende fuera de su país de origen.
“Ojalá que la gente se abra y comprenda que, no obstante lo que ocurre políticamente al otro lado del mundo, hay una diferencia entre lo que hace un país y lo que hace la gente dentro del país. Espero que inspire a las personas a viajar, y a no buscar siempre las cosas evidentes. Porque hay muchos detalles arquitectónicos que ignoramos y que deberíamos celebrar”.
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