Y si en lugar de comprar viviendas para tener un techo libre de gastos en el momento de la jubilación se adquirieran para asegurarse una renta vitalicia en el futuro con la que completar la pensión pública?
No se trata de alquilar la vivienda a partir del momento del retiro, sino de hacer líquida la inversión para asegurarse unos ingresos permanentes hasta el fallecimiento, en tanto que hoy por hoy las rentas vitalicias, las que más certidumbre pueden aportar de cara a una jubilación, suponen una pequeña y costosa oferta dentro del catálogo de las aseguradoras.
La idea parte precisamente del sector. La presidenta de la patronal Unespa, Pilar González de Frutos, y el presidente de la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensiones (Inverco), Ángel Martínez-Aldama, la han expuesto ante la Comisión del Pacto de Toledo en el Congreso de los Diputados.
Los datos de partida son claros, el 77,7% de los españoles tienen una vivienda en propiedad, de los que el 32,1% ostenta una hipoteca, según datos de Inverco. Se trata del segundo mayor porcentaje dentro de la UE después de Noruega (88,5%).
A modo de resumen, los españoles ahorran y mucho, pero en inmuebles, unos activos poco líquidos cuyo valor además se ha devaluado durante la crisis. Con todo, González de Frutos ha estimado que en España hay 48 billones de euros invertidos en ‘ladrillo’, de los que “algo se puede utilizar” para completar las pensiones futuras.
En paralelo, Martínez-Aldama también ha señalado que, ante el “la masa ingente de patrimonio inmobiliario”, es preciso tender hacia “un balance más equilibrado entre los activos inmobiliarios y los financieros”.
La posibilidad ya existe, pero pocos lo saben
En realidad la idea no es nueva, pero está escasamente explotada. La última reforma del IRPF, sensible a la previsión de unas pensiones públicas menos generosas en el futuro, incluyó una exención en el impuesto para los mayores de 65 años que obtuvieran ganancias patrimoniales sobre los primeros 240.000 euros en caso de reinvertirlos en una renta vitalicia.
Lo que plantean las aseguradoras en extender más esta posibilidad a través de una mayor información y reforzarlo mediante la ampliación, por ejemplo, de este umbral hasta los 400.000 o los 500.000 euros.
La forma de hacerlo la marca la reforma del impuesto sobre la renta. Se puede vender el inmueble y acudir a una aseguradora de forma que se prorratee el valor de la vivienda más la rentabilidad obtenida en la operación en función de la esperanza de vida de la persona. De esa manera se podría obtener un complemento para la pensión.
Inverco añade que, para facilitar estas operaciones, habría que establecer en el momento de recibir la prestación una tributación en el IRPF al tipo marginal en lo que se refiere a las aportaciones realizadas, y un tipo mínimo de la base de ahorro para los rendimientos generados.
De esta forma, se podrían contratar mayor número de pensiones vitalicias –y otras rentas financieras a largo plazo, según Inverco– que hoy por hoy, son un producto residual de las aseguradoras puesto que implican grandes riesgos. No solo porque no se puede calcular cuánto puede vivir el asegurado, sino porque la incertidumbre sobre los tipos de pensiones tan a largo plazo también es muy alta.
Con todo, desde Unespa se resalta que adoptar este tipo de medidas requeriría una reflexión previa porque en el caso de que se pusieran a la venta viviendas de forma masiva se podría producir una grave distorsión del mercado inmobiliario.
Las aseguradoras señalan además que, a diferencia de las hipotecas inversas, esta modalidad de rentas a partir de la liquidación de los inmuebles asegura su cobertura a lo largo de todos los años de vida. Sin embargo, las hipotecas inversas cubren, en términos generales, al jubilado hasta que se liquida todo el valor de la vivienda entregada.
En este sentido, González de Frutos afirma que “la hipoteca inversa es un buen producto, pero que no cubre el riesgo de sobrevivir al patrimonio propio”.
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